Miguel Mendoza Luna: “El mal tiene muchas máscaras”
Escritor colombiano, Premio Nacional de Libro de Cuentos Ciudad Bogotá, estuvo entre nosotros en la reciente Feria del Libro Ricardo Palma.
Ha escrito con sangre. Tiene novelas y relatos que son pesquisas de crímenes. El escritor colombiano Miguel Mendoza Luna (Bogotá, 1973), quien fue invitado a la reciente Feria del Libro Ricardo Palma, ahora escribe para niños y jóvenes. Atrás han quedado libros como Malditos, hermosos; El asesinato de Edgar Allan Poe y otros misterios y la biografía Truman Capote: las horas negras. Ahora está, aparentemente, en otro registro, aunque sus títulos para niños lo delatan: Abraza tu miedo o Atrapados en el aeropuerto (Ed. Panamericana), libro que presentó en la feria, en donde la historia −que también es de miedo− es narrada por Pamela, una bebé de siete meses.
¿Ha abandonado el género negro?
Me he alejado tanto de la psicología criminal como del género negro, pero sigo abordando las fronteras del ser humano en diversos escenarios; me interesan las situaciones que nos ponen a prueba, los bordes, los abismos, las fisuras donde pueden emerger facetas, matices, que no sabíamos que habitaban en nosotros. El mal tiene muchas máscaras, no solo el crimen. En la literatura infantil y juvenil he podido explorar la soledad, la ansiedad, los miedos de los chicos, que también son abismos fascinantes donde todos hemos habitado y que termina por definirnos.
¿Qué le seduce de la novela negra?
Me sigue atrayendo la figura del detective, ese héroe trágico que tiene todo en contra y aun así se enfrenta al misterio, y que solo a través de la indagación, del pensamiento, intenta reordenar el mundo, de darle sentido a aquello que tal vez no lo tiene. Para eso escribo yo. Es mi vano intento de comprensión. El detective representa la necesidad humana de encontrar respuestas para la razón de su existencia. Los villanos de la novela criminal no se pueden dejar de lado; si algo aprendí en estos veinte años de indagación sobre la maldad es que los asesinos de la literatura son mucho más complejos que los sujetos banales de la realidad, pero solo con los primeros podemos descifrar los motivos de los segundos.
¿En qué medida una novela de crímenes puede ser un retrato social?
Creo que más que retrato es un mapa, un entramado, donde se conectan puntos que de otra forma no veríamos para comprender el desajuste social. Toda gran literatura es una teoría del destino, y a la verdadera novela negra le interesa descifrar, desenmascarar las estrategias del poder para someter a los más débiles. Novelas como Cosecha roja, de Dashiell Hammett, logran conectar un crimen en apariencia aislado con un desajuste mayor, con un poder depredador que va por todo y por todos, por ti también. La novela negra te muestra que no estás a salvo de los tentáculos del poder.
¿Es posible humanizar la maldad?
Contemplar la maldad como algo ajeno, como un fenómeno aislado que solo hace parte de un grupo de seres humanos particulares, de “monstruos”, ha sido un grave error; esa idea terminó por alienarnos en la tranquilizadora y a la vez peligrosa idea de que como somos buenos por naturaleza, entonces todos nuestros actos resultan por consecuencia igual de benéficos. Ningún tirano de la historia, ningún asesino en serie, pensó alguna vez que era malo, ni que sus actos lo eran. Precisamente, atrapados en su vanidad y ansias de placer, esos villanos de la realidad actuaron convencidos de que sus acciones eran las correctas. Perturbadoramente, el siglo XXI nos ha mostrado que así actúan muchas personas, no solo los criminales. Basta mirar las redes sociales para reconocer las expresiones de odio exhibidas incluso con orgullo.
En literatura, el miedo como tema ha evolucionado. En Poe es una cosa y en Lovecraft es otra.
Es curioso encontrar, una y otra vez, nuevos relatos de terror que aluden a temas góticos, a miedos victorianos, a tópicos sobrenaturales. Las películas y series más taquilleras son las que aluden a misterios paranormales. Las narrativas intentan proponer nuevas formas de abordar el terror, pero los lectores retornan al viejo castillo, al vampiro, a la casa embrujada, a la posesión diabólica. Las simulaciones del más allá como escenarios de combate entre vivos y muertos siguen dominando el imaginario del siglo XXI. A mí me gusta recordar a mi abuela fallecida, pero no me gustaría que me visitara. Ahí radica el atractivo del terror clásico: la ruptura de los límites, el fin de los pactos de la racionalidad con lo irracional.
Y para hablar desde nuestros días, ¿Alberto Chimal plantea, con Los atacantes, otro tipo de miedo?
Autores como Alberto Chimal o incluso Mariana Enríquez han puesto en escena esos viejos terrores bajo la luz de las nuevas formas de vida en las que más confiamos; son muy interesantes esos relatos conspiranoicos que sospechan, que ponen a prueba, a todo aquello en lo que más confiamos (la tecnología, las redes sociales, las interacciones familiares). Los nuevos terrores, por llamarlos de alguna forma, provienen de la posibilidad de ser vigilado digitalmente, de ser hackeado, de que tu vida privada sencillamente no exista y sea propiedad de otros. La literatura cyberpunk de los noventa anticipó esa situación, ahora es nuestra cotidianidad.
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En Atrapados... mezcla el miedo con la magia…
Allí quise fusionar muchas cosas, pasiones, temores, anhelos. Es un libro que aún no logro descifrar, que, si soy honesto, no sé bien de dónde emergió. Tenía apenas el panorama del tema del flagelo de la xenofobia, también algunas imágenes de situaciones tristemente habituales donde creamos jerarquías absurdas de poder y exclusión, como los clubes, las distinciones de VIP, etc.; de repente emergió la sala de espera de un aeropuerto con un vuelo atrasado por una tormenta, donde, te guste o no, estás en igual situación que los demás. Puedes ser muy poderoso o una celebridad, pero eso no te servirá para que un avión despegue. Ya hemos visto que solo en situaciones de desastre se pone a prueba lo mejor o lo peor del ser humano. ¿Buscarás salvarte solo a ti mismo o ayudarás a otros a sobrevivir? Allí se pone a prueba si estarás dispuesto a sacrificar tus privilegios por los demás. Todo eso pasó por mi cabeza.
¿Qué hizo que esta historia de miedo sea narrada por el personaje más inocente, una bebé?
Desde el punto de vista técnico, me gusta explorar voces diferentes a la mía. Como todo el mundo, paso mucho tiempo en mi propia cabeza, así que cuando escribo quiero estar en otras cabezas y descansar de escucharme. Qué aburrido escribir para repetirte, para ser un eco de ti mismo. Desde que nació mi hija escribo para ella y por ella. Su forma de contemplar el mundo, de mirar a los demás, sin juzgar, sin prejuicios, sin señalar diferencias, me ha enfrentado a mis propias horribles mezquindades.
O sea, nadie más autorizados que los niños para cederle la palabra.
Exacto. Al reconocer cómo ella y los niños de su generación empiezan a vivir pensando en los demás, con verdadera empatía, me convencí de que solo una bebé, un espíritu puro, podía contar la historia de un grupo de adultos que se miran entre sí con recelo, con desprecio. Claro que los niños y niñas tienen ya diversas facetas de adultos, no son seres perfectos, no soy ingenuo al respecto; pero estoy seguro, lo he visto en mi hija y otros niños, de que los más chicos no han entrado en la mentira de creerse mejores que los demás.
“Roberto Bolaño puso a prueba el género policial”
-¿Roberto Bolaño es lo más nuevo en policial en Latinoamérica?
Bolaño puso a prueba el género policial. Fusionó un problema poético, el de la realidad solo posible como lenguaje, desde una perspectiva detectivesca. Su obra, como toda gran obra, deconstruye un género, lo desmonta para configurar un universo propio. Creo que con su literatura, independiente de su visibilidad, apenas empezamos a comprender su tremendo potencial simbólico (el de mostrarnos el futuro a partir de desnudar el pasado), a reconocerlo como un espejo cóncavo que hará posible comprender parte del misterio de la condición humana. Eso hace la gran literatura.