¿Cuándo se podrá retirar la CTS?
Cultural

Aprendiendo de Angamos y de Grau

Capitán de Corbeta Michel Laguerre Kleimann
Capitán de Corbeta Michel Laguerre Kleimann

Por: Michel Laguerre Kleimann | Capitán de Corbeta

El feriado que el Perú disfruta este día debe invitarnos a la reflexión sobre el motivo del mismo, más aún si es el único asueto nacional que conmemora un episodio relacionado con la defensa externa de la patria.

Nos referimos al combate naval de Angamos. Hace 140 años, a la altura de Mejillones (antiguo litoral boliviano) el Contralmirante Miguel Grau Seminario se encontró ante el semicírculo de muerte que venía desde el sur. Nos referimos a los buques Blanco Encalada, Covadonga y Matías Cousiño. Aproximadamente a las 7:00 a.m. aparecieron tres buques más: Cochrane, O’Higgins y el Loa. Grau y sus subordinados aceptaron su destino y se prepararon para el combate.

La representación que esgrime el marino e historiador Fernando Romero Pintado es precisa para darnos una idea de lo que pasó a bordo del monitor peruano. “El espíritu del Héroe, o el espíritu del Huáscar ya que ambos eran uno solo, continuó animando la lucha. El buque se transformó en un león con graves y múltiples heridas, pero que no se resigna a caer exánime. Ruge por las armas que aún le quedan, intenta dar varios zarpazos con su espolón, arde en fiebre de explosiones, se desgrana por sus múltiples averías, se abren las venas de sus válvulas. Sin embargo, arriba el pabellón peruano se bate orgullosamente, entre hierros retorcidos, miembros humanos, sangre renegrida, trozos de cabuyería, fragmentos de embarcaciones”.

El resultado de este combate no podía ser diferente. Los marinos peruanos lo sabían. La diferencia material era insalvable. A pesar de ello, ninguno rehuyó de sus responsabilidades poniendo el pecho por el honor y dignidad de la patria.

Estos acontecimientos que pueden parecer ajenos y distantes guardan un potencial aleccionador si los miramos desde el ángulo humano de quienes estuvieron presentes en Angamos. Por ser el más conspicuo de ellos, nos referiremos al comandante del Huáscar, puesto que su vida fue una preparación para su hora última que conmemoramos en este día.

Repasando la vida de Grau se puede reconocer a un ser humano íntegro en sus aspectos privados y públicos, lleno de coherencia en los ámbitos del pensamiento y de la acción, peculiaridad que se obtiene a raíz de un conocimiento propio y afán de superación. Decimos esto último porque la vida de Grau fue todo menos sencilla. Basta mirar con detenimiento los retratos que Courret y otros tomaron al Caballero de los Mares, para notar que su mirada guarda la serenidad que los años difíciles generan en hombres de bien; y de aquellos se debe aprender.

- Primera lección: Constancia. Su primera navegación a los 9 años de edad terminó en desgracia debido al naufragio que sufrió su embarcación. El niño que comenzaba a conocer los secretos de su vocación marinera se encontró con lo más terrible de aquella. A pesar de ello no abandonó su pasión. Continuó por la ruta de vida que él quería para sí mismo. No iba a dejar –nunca lo hizo– que los obstáculos propios de la vida lo detuvieran.

- Segunda lección: Temple. Podríamos decir que Grau tuvo todo en contra desde muy pequeño: madre ausente, educación escolar interrumpida y años de navegación por los mares del mundo compartiendo faenas marineras con recias y temibles tripulaciones. Sin embargo, nuestro personaje no convirtió estas verdades en excusas para no querer y ser un peruano de bien. Formó una familia digna de imitar, se preocupó por la educación de sus hijos –única herencia que quiso dejarles–, y, filtró lo negativo de su vida.

- Tercera lección: Humildad. Durante su condición como Diputado no dudó en excusarse públicamente por su falta de conocimiento de los usos parlamentarios. Asimismo, antes de su última salida al Callao para embarcarse en el monitor Huáscar, buscó la absolución del sacerdote.

- Cuarta lección: Vocación de servicio. Luego de diez años de navegación mercante, Grau decidió ingresar a la Armada Peruana. Fue su convicción de que el progreso del Perú se vislumbraba en lo marítimo lo que motivó su nuevo uniforme de trabajo para proteger el mar que luego llevaría su nombre.

A 140 años de su sacrificio, usemos la consigna: “Gran Almirante del Perú, don Miguel Grau Seminario, ¡Presente!, ¡consigna! ¡Seguid su ejemplo!”.

Los artículos firmados por La República son redactados por nuestro equipo de periodistas. Estas publicaciones son revisadas por nuestros editores para asegurar que cada contenido cumpla con nuestra línea editorial y sea relevante para nuestras audiencias.