De tanto estudiar la historia, ella se convertiría, también, en parte de nuestra historia. Ayer, después de cien años de vida fructífera y fecunda, dejó de existir la extraordinaria María Rostworowski. Rumbos le rinde homenaje con estas palabras. ,La gran investigadora del Perú prehispánico, María Rostworowski Tovar, nació un 8 de agosto de 1915 en Barranco (Lima). Hija del aristócrata polaco Jan Jacek Rostworowski y de la puneña Rita Ana Tovar del Valle. Desde niña, su historia personal estuvo ligada a los libros y la cultura. PUEDES VER: Maria Rostworowski: sus 100 años y su vida dedicada a investigar la historia del Perú | FOTOS Esa curiosidad y pasión por el conocimiento, la llevaría a viajar por muchos rincones del país. En los pueblos y comunidades, siempre encontraba pedacitos de esa gran historia andina que ella empezaría a rearmar en sus textos y publicaciones. Así, iría descubriendo su propia identidad y la de la tierra mística e histórica que seguía estudiando, hasta que sus propias huellas pasaron a ser parte de ese legado. La historia de la historiadora Jan Jacek Rostworowski, el padre de María, viajó a Sudamérica en las primeras décadas del siglo XX. Durante su estadía en tierras peruana conoció a Rita Ana Tovar del Valle, la mujer con la que tendría dos hijas: María y Clara. En 1920, el matrimonio Rostworowski Tovar se mudaría a Polonia. Posteriormente, la familia se trasladaría a Francia. En tierra galas, Clara fallecería víctima de la tuberculosis, entonces, María viviría una infancia solitaria en los campos que eran propiedad de su padre. Esa soledad la acercaría a los libros y a la contemplación de la naturaleza. Amores profundos que se convertirían en piezas fundamentales de su vida. Un amor sin traiciones y abandonos, un amor que no termina con la muerte de María. Es una relación eterna que perdura en los libros y los estudios de la historiadora. Pero la vida le traería otros amores. El conde Zygmunt Broel-Plater se convertiría en su esposo. En 1935, la pareja arribaría al puerto del Callao. Era el retorno a la tierra que la había visto nacer y al lejano país de su madre. Parte de sus raíces estaban ahí y ella -acaso ya lo sentía- quería desenterrar parte de ese pasado que también era suyo. La pareja estuvo dos días en Lima y, luego, enrumbaría al Cusco. Ese encuentro con la antigua capital de los incas debió haberla marcado. Creadora fecunda Años más tarde, María volvería a casarse -el matrimonio con el conde acabaría en divorcio-. Alejandro Diez Canseco, su segundo esposo- sería el principal consejero de la notable historiadora. Él la motivó a acercarse al pasado y a la cosmovisión andina. Su apoyo sería decisivo. Sus primeras publicaciones, a través de las lecturas de crónicas indianas, fueron autodidactas. Un hecho que sumado a su condición de ‘mujer’, desencadenaría la crítica despiadada de los académicos de la época. Eso no la desanimó. Todo lo contrario, su ímpetu la llevaría a conocer al célebre Raúl Porras Barrenechea. Él sería su maestro. Con él aprendería a fichar y a buscar bibliografía, y, gracias a él, se animaría a ser alumna libre en los cursos de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. La dilecta discípula estudiaría también paleografía, para descifrar las escrituras antiguas. El esfuerzo vería sus frutos en Pachacutec, estudio con el que ganaría el Premio Nacional de Cultura en 1952. Al siguiente año, el texto se convertiría en el libro Pachacútec Inca Yupanqui. Ese sería el inicio de una serie de publicaciones sobre las sociedades precolombinas, resaltando los títulos Doña Francisca Pizarro, Pachacamac y el Señor de los Milagros, y, su mayor obra, Estructuras andinas del poder: ideología religiosa y política. María Rostworowski deslumbró por su capacidad y apasionamiento por desentrañar los misterios de la historia andina. Una intelectual prestigiosa que será recordada por su obra y sus aportes para mostrar al mundo la grandeza del Perú prehispánico. Descanse en paz, maestra, y, como pidió alguna vez, aquí, en Rumbos, la recordaremos también como María Rostworowski, la abuela, porque en sus propias palabras, usted tenía un Oscar como abuela.