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Turismo

Abancay, reflexiones en la Catedral y en la Plaza Mayor

La Plaza Mayor y la Catedral de Abancay (Apurímac), atesoran historias que invitan a reflexionar sobre los cambios en una ciudad que empieza a pintarse de globalización. ¿Es posible que Abancay haya olvidado su pasado?

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La Plaza Mayor es el punto de reunión de abanquinos y turistas. Foto: Jorge Calderón | Jorge Calderón | Abancay

Marquiño Neyra / Revista Rumbos

Los dos lugares públicos más visitados en Abancay no son una sorpresa. Los turistas, como ocurre en otras ciudades, Cusco, Arequipa o Lima, por ejemplo, no pueden evitar acercarse a las plazas o a los templos, donde los lugareños suelen encontrarse y reposar.  Abancay no es la excepción.

Lo primero que visitamos al llegar a cualquier ciudad del mundo, son esos lugares tradicionales donde se puede caminar con tranquilidad, apreciar su gente y su arquitectura. Pero, en realidad, solo los recorremos porque las masas siempre pululan por allí y nos sentimos bien al ser parte del todo. No los analizamos con detenimiento. 

La Plaza Mayor es el punto de reunión de abanquinos y turistas. Foto: Jorge Calderón

La plaza no es la misma plaza que se describe en Los ríos profundos de José María Arguedas, originario de Apurímac. Ahora, en cada esquina brota música de todos los puntos cardinales: caporales, valicha, festejo y hasta hay un puñado de jóvenes que realizan piruetas mientras escuchan break dance o realizan pasos maquinales al ritmo de la electrónica. El complot de géneros en la Plaza Mayor de Abancay es un reflejo de Apurímac.

La plaza como pista de baile es un síntoma del arraigo hacia las danzas folclóricas y la juventud latente que yace en el punto medio entre lo tradicional y lo moderno.

Los jóvenes que bailan caporales tienen la yema del sabor y la elegancia. En caporales hacen uso de su agilidad, destreza y fuerza, mientras que los modernos que hacen del baile una gimnasia -aquellos que practican break dance-, desatan la otra careta: la música de Abancay, así como su gente, está a la vanguardia del mundo.

La globalización llegó a Apurímac de la mano de la minería. Las Bambas, uno de los proyectos más importantes (¿y contaminantes?) del Perú, ubicada entre las provincias de Cotabamba y Grau, ha generado la inversión en varios negocios, como tiendas comerciales y cadenas hoteleras. Inclusive, en el medio de la plaza hay un cartel que dice: ZONA WI-FI como si estuviésemos en cualquier parque miraflorino de Lima. Esto, sin embargo, no degrada su esencia tradicional: la subraya.

Los pobladores comentan que, hace una década, cuando escuchabas hablar de Abancay, te lo imaginabas como un lugar desolado, pobre. Tienen razón. Durante la época del terrorismo (1980-1992), Apurímac, junto a Ayacucho, Puno, Junín, Huancavelica, entre otras regiones, era una de las zonas más necesitadas. Esto facilitó la presencia de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). 

Hoy, casi dos décadas después, luce tan comercial como cualquier otro rincón del país. Las llagas se van sanando.

Catedral de Abancay

La Catedral está en el corazón de Abancay. Foto: Jorge Calderón

El campanario de la Catedral resuena todos los días a la 6 a.m., 4 p.m. y 7 p.m., según María Quispe (55), viandera con más de 30 años de experiencia vendiendo en la esquina del principal templo de Abancay, a la izquierda de la Plaza Mayor, entre el jirón Lima y la avenida Mariño.

Sin embargo, otros dicen que resuena a las 6 a.m. y 6 p.m. Esto tiene más sentido, pero el número y las horas en las que suenan las campanas no alteran su significado.

La Catedral, en el corazón de Abancay, cumple las funciones de despertador y de reunidor tradicional. Las campanas de la catedral nos recuerdan a las de un pututu o caracola, como cuando nuestros antepasados invocaban a la comunidad para algún aviso, festividad o reunión. Ahora, el campanario tiene más las propiedades del alarido del gallo o de las palabras de un cura cuando exhorta una misa.

Recordemos que los españoles no solo nos trajeron su religión, sino también sus rituales y costumbres. Es por eso que hasta ahora, Abancay, comparte aquel ritual que no se practica en catedrales, sino en los cosos taurinos. Pero esa no es su única raíz extranjera.

La gastronomía se ve influenciada fuertemente por Italia. Cuando los españoles colonizaron estas zonas, necesitaban capitanes expertos para su marina, por lo que hicieron una alianza con algunos Estados de Italia para cubrir esos puestos.

Ellos dejarían secuelas que encontramos en todos los restaurantes de hoy: variedades de panes, pastas y fideos que se reflejan en uno de los platos banderas de esta localidad: tallarines de casa. Este platillo es, a su vez, un reflejo de la unión de Abancay con otro continente.

Su globalización se ve reflejado hasta en los pasatiempos no tradicionales de varios lugareños: deportes acuáticos como canotaje y kayak, practicados mayormente por europeos. En este campo se ha avanzado tanto que este año se realizó la II Competencia Internacional de Kayak en el río Apurímac, donde los peruanos mostraron sus virtudes al ocupar los primeros lugares.

Y es así que, luego de saborear el Abancay de hoy, no quedan dudas de que a partir de ahora, el sonido de las campanas de las catedrales, será un llamado para volver. No queda más que obedecer. 

En Rumbo

La ruta: Desde Lima a Abancay son 15 horas de viaje por vía terrestre. El trayecto se inicia por la Panamericana Sur hasta Nasca, donde se toma el desvío hacia Puquio-Challhuanca-Abancay. La carretera continúa hasta el Cusco. Hay buses todos los días. Viaje en Cruz del Sur (www.cruzdelsur.com.pe).

Dónde comer: Visite el restaurante Matías, avenida Arenas 140, Abancay.

Dónde dormir: Hotel de Turistas, avenida Díaz Barcenas 500, Abancay / Hotel Saywa, avenida Arenas 203, Abancay.