Autor: Emilio Bruce, coach deportivo, ejecutivo y de vida
Hoy en día, todos manejamos la inteligencia emocional, la ponemos en nuestros CV, en las descripciones de puestos y la mencionamos en nuestras conversaciones, pero ¿hasta qué punto sabemos de qué se trata? ¿Cuál es la definición de inteligencia emocional? ¿Es algo con lo que se nace? ¿Se puede desarrollar?
Empecemos por definir el concepto de inteligencia como la capacidad para resolver problemas, aprender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. Existen muchos tipos de inteligencia: la lógico-matemática, que ha sido la más valorada por el sistema educativo en las últimas décadas; la lingüística, que se vincula habitualmente con habilidades como la interpretación y comprensión de mensajes, la expresión oral y escrita, la escritura creativa, la adquisición y uso de vocabulario o el aprendizaje de idiomas; la inteligencia musical, que —como su nombre lo dice— es la habilidad para apreciar, transformar y crear formas musicales; la inteligencia cinestésico-corporal, muy utilizada por los atletas, es la capacidad para controlar nuestro cuerpo en actividades físicas; la inteligencia naturista; espacial; interpersonal; intrapersonal, entre otras.
La inteligencia emocional se define como la capacidad para identificar y gestionar emociones tanto en nosotros como en los demás. Las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, una persona, un lugar, un suceso o un recuerdo importante. Es aquello que sentimos cuando percibimos algo o a alguien. Son universales y comunes a todas las culturas. No son ni buenas ni malas. A veces asociamos connotaciones negativas a emociones como la ira, la tristeza o el miedo simplemente porque son desagradables y creemos que el amor y la alegría son emociones positivas; sin embargo, las emociones no son más que mensajes que nos da el cerebro sobre nuestro entorno y tenemos que aprender a entender esos mensajes y reaccionar acordemente.
Muchas veces mis clientes quieren que los ayude a dejar de sentir miedo o ira, pero la verdad es que eso es imposible, las emociones van a aparecer, queramos o no. Es ahí donde entra la inteligencia emocional para que podamos identificar esas emociones y gestionarlas correctamente. Por ejemplo, el miedo, este cumple una función: protegernos del peligro. Si alguien no fuese capaz de sentir miedo, al caminar por la calle y ver un callejón oscuro con personas que son claramente delincuentes y que podrían hacerle daño, al no sentir miedo, va a seguir caminando y se va a exponer al peligro; o va a cruzar la pista por más que vengan carros a toda velocidad y va a ser atropellado. En suma, se va a acercar a cualquier situación que presente un claro peligro. Necesitamos sentir miedo para poder interactuar adecuadamente con el entorno.
Una persona con inteligencia emocional desarrollada es capaz de identificar la emoción al sentirla y entender cuál es el mensaje, puede utilizar la emoción a su favor, controlarla, gestionarla, porque la verdad es que o nosotros controlamos nuestras emociones o ellas nos controlan a nosotros, pero no podemos eliminarlas. Por ejemplo, la ira, una emoción que muchas veces nos hace perder el control y decir o hacer cosas de las que después nos arrepentimos. Pero, en ese momento, estamos seguros de tener la razón, que nuestro comportamiento es completamente justificado por las circunstancias. Y no es hasta que no nos pasó la rabia que nos damos cuenta de que estábamos exagerando, ofuscados por la situación. La inteligencia emocional nos permite entender que estamos molestos, identificar la causa de nuestra ira, respirar (elemento clave para la gestión de emociones y motivo de otro artículo), y tomar acciones específicas y controladas que nos permiten solucionar el problema sin escalar la situación, ofender a nadie o simplemente hacer o decir algo inapropiado.
La inteligencia emocional es una habilidad y, como cualquier otra habilidad, se puede desarrollar. Si bien es cierto, algunas personas la tienen más desarrollada naturalmente, al igual que los otros tipos de inteligencia, eso no significa que el que no la tiene no pueda. Como toda habilidad, se puede mejorar con la práctica, basta con poner en práctica lo aprendido, equivocarse, corregir, repetir y mejorar.