Inspirada por Donald Trump en Estados Unidos, Vox en España o Jair Bolsonaro en Brasil, la extrema derecha peruana ha aparecido en estas elecciones con un discurso discriminatorio, sexualizado, lleno de disparates y mentiras. A pesar de la cobertura para sus escándalos y despropósitos, esta nueva alternativa no consigue despegar. ¿Lo hará en el futuro?
Parece difícil. Primero, porque no tiene por dónde crecer. Con su desempeño reciente, aliándose con el empresariado conservador, los sectores más recalcitrantes de la iglesia católica y las iglesias evangélicas —con el movimiento Con Mis Hijos no te Metas y la ofensiva contra el Ministerio de Educación por el enfoque de género—, Fuerza Popular acaparó este espacio, dejándole poco o ningún margen a los recién llegados.
En segundo lugar, porque su realidad es muy distinta a la de Estados Unidos, España o Brasil. Para ganar notoriedad y amalgamar a sus votantes, tanto Trump como Santiago Abascal —presidente de Vox— articularon un discurso que presentó a los migrantes como un enemigo que viene de afuera para robar, violar y matar y que, por tanto, debía ser frenado y rechazado. Pero cuando Mario Bryce le entrega un jabón a Julio Arbizu no solo incurre en un despreciable acto racista, sino también en una estupidez política: a diferencia de Trump o Abascal, escoge discriminar a otro peruano y no a un extranjero. En lugar de construir un enemigo común, con el gesto le dice a sus posibles votantes que ellos son el enemigo.
Distinto es el caso de Bolsonaro, que ganó en Brasil gracias a la intervención del juez Sérgio Moro —que retiró de carrera a Lula da Silva y después aceptó ser su ministro de Justicia— y a la indignación de los brasileños, que los empujó a buscar una alternativa radical a una clase política íntegramente embarrada por el caso Lava Jato.
Esto no ocurre en el Perú, donde la extrema derecha incorpora a personajes como Rosa Bartra o Yeni Vilcatoma, que provienen de Fuerza Popular, fueron muy cercanas a Keiko Fujimori y maniobraron para frenar el caso Lava Jato, cuyas investigaciones terminaron alcanzando a su partido y a su lideresa. Algo que también ocurre con Solidaridad Nacional, el partido que las acoge y que fue fundado por el exalcalde Luis Castañeda Lossio, muy comprometido en esta misma trama corrupta.