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Política

Y si las elecciones no funcionan

“Si son pocos resultados que la primera le entregue a la segunda, no se sabe cómo se recreará el malestar peruano”.

larepublica.pe
DE LA PUENTE

Cada tiempo tiene su afán. Y su narrativa. La del año pasado fue la demanda de cambio político, que se elevó en algún momento con el grito de “que se vayan todos”, y la lucha contra la corrupción. La disolución del Congreso fue un hecho que solventó esa narrativa, de modo que la tensión se aflojó para producir el actual momento, uno de los pocos desenlaces de la política peruana que, siendo sorpresivo como hecho, era esperado.

La narrativa del año 2020 será otra. Lucha contra la corrupción, en su versión Lava Jato, tendrá un aterrizaje programado y seguirá marcando diferencias entre quienes la respaldan y cuestionan, aunque la discusión se hará menos política y más judicial, es decir, se relativizará el juicio mediático y se fortalecerá el proceso penal, a lo que habría que agregar la presión hacia la Junta Nacional de Justicia (JNJ) que parece añadirá a su logo la palabra “vigilada”.

El cambio seguirá siendo parte de esa narrativa nacional, aunque con otros códigos y nuevos actores, en parte. En lo estrictamente político, es decir, en lo institucional, el destinatario del cambio será el Congreso y el Gobierno, a ellos se le exigirá el suministro de ideas y acciones. Al no reponerse la pugna Vizcarra vs. fujimorismo, por lo menos en las condiciones previas al 30 de setiembre del año pasado, la responsabilidad de ambos poderes del Estado será mayor, con una alta presión inherente.

La narrativa del cambio será, no obstante, más amplia y se hará insistente en otros ámbitos, especialmente en el gobierno de todos los días, demandando resultados en Educación, Salud y seguridad ciudadana. Las encuestas ya detectan un aumento del malestar ciudadano en estas áreas y el Gobierno ha tomado nota de ello, al compás de la agitación en los países vecinos, estrenando medidas que atienden la “cuestión social” de esta transición.

Ahí se presentarán los mayores problemas. El cambio social en el Perú es más incierto que el político; los resistentes al segundo fueron derrotados en setiembre 2019, preventivamente, en tanto que los defensores de las políticas públicas que crean desigualdad o impiden el acceso a derechos económicos y sociales están en pie de lucha las 24 horas del día.

Cambio, buen gobierno con derechos, y lucha contra la corrupción será la narrativa del 2020 y hará de este un año bisagra porque todas las expectativas no serán atendidas ahora, derivando el desenlace a las elecciones del 2021.

En este período bisagra tendremos algunas respuestas, por ejemplo, si el malestar pasará a la indignación, elevando la desafección a la furia, siguiendo la estela del camino chileno. La mayoría de variables indican que es difícil ese desenlace, una conclusión que sigue colocando casi todos los huevos en la canasta de las instituciones peruanas, las mismas que resisten duramente al cambio.

En ese punto las claves de este año serán liderazgo y agenda (crecerá la narrativa anti Vizcarra) porque la política peruana sigue siendo en lo fundamental autónoma de la sociedad. Si son pocos resultados que la primera le entregue a la segunda, no se sabe cómo se recreará el malestar peruano. Es cierto que no es fácil pasar descontentos a indignados, pero cabe preguntarse qué camino les queda a los ciudadanos si las elecciones no generan cambios.

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