
En el 2024, el Latinobarómetro confirmó que América Latina pasó de una recesión democrática a una democracia resiliente, y también dejó un mensaje específico para el Perú: somos uno de los países más insatisfechos con este régimen (solo el 10% de peruanos está satisfecho con la democracia). Y ante esto surge una pregunta: ¿qué entiende el peruano por democracia? ¿Estamos entendiendo todos lo mismo?
Por otro lado, esta insatisfacción por la democracia va de la mano con el desinterés por la política. Según el World Values Survey, el 76% de peruanos sostiene no estar muy interesado o no tener interés en la política. El último informe del IEP, por su parte, muestra que ese desinterés se acentúa en el Perú rural (74%). La desafección política vuelve a aparecer en el proceso electoral para caracterizar a la gran mayoría de peruanos y peruanas que irán a las urnas. Pero la relación ciudadanía–política es un proceso vivo y constante.
¿Realmente la gente se ha desinteresado de la política o solo de una forma de ver la política? Actualmente, la desconexión de la gente sobre los asuntos políticos puede ser el acto más político y no lo estamos viendo. Y con esto, no nos referimos a restarle importancia a los problemas urgentes como la inseguridad, la institucionalidad, la corrupción, las desigualdades, sino a mirar y reconocer cómo las personas se apropian de estos temas en los ámbitos más cotidianos, donde también se toman decisiones: ¿cómo se manifiesta la inseguridad en un caserío?, ¿qué dinámicas de corrupción se han enquistado en los distritos?, ¿qué expectativas colectivas se comparten en el barrio, en la escuela, en una reunión familiar sobre las próximas elecciones?, ¿qué emociones se transitan en las calles, en los mercados, en las bodegas?
También es importante observar cuáles son los temas que polarizan desde la cotidianidad, y cómo son abordados por la ciudadanía en su día a día. Probablemente seguimos navegando en un diálogo político centralista, lejano, difícil de entender, aislado o muchas veces incomprendido por millones de peruanos que atraviesan otras dinámicas, y cuya relación con la política se desarrolla a través de otros formatos. En un país con 25 regiones, 196 provincias y más de 1800 distritos, lo menos saludable es pensar que todos entendemos lo que está pasando con el Perú de la misma manera.

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