El congresista Juan Burgos opina que el caso del asesor legal proxeneta, muy probablemente asesino, que llenó el Congreso de prostitutas, tiene un lado político. Burgos preside la comisión de Fiscalización, pero no había fiscalizado un pito cuando la verdadera Fiscalía y el periodista Beto Ortiz denunciaron el escándalo.
Pero ahora Burgos aporta una suposición clave: los servicios sexuales eran canjeados por votos. De ser así, realmente se sudaba la camiseta legislativa en virtud de unos cuantos polvos delivery. De paso, se acumulaba información políticamente valiosa sobre el origen y el destino de ciertas iniciativas parlamentarias, que ojalá salgan a la luz.
Todo esto, a primera vista, lo ha inventado un tal Jorge Torres, hasta hace días jefe de la Oficina Legal y Constitucional del Congreso, con un pasado más que turbio. Su primera línea de defensa ha sido que quien contrataba no era su oficina, sino la de Recursos Humanos. Torres debe tener información suficiente como para que no le pase nada.
A estas alturas, es evidente que el asesinato de Andrea Vidal, abogada asesora de la oficina de Torres, tiene que ver con este caso. Quien despachó a los sicarios quiso silenciarla a ella y a las meretrices instaladas en la Plaza de la Inquisición. Hasta hoy no aparece el nombre de una sola de ellas, ni de alguno de sus clientes.
No descartemos que el periodista Ortiz haya renunciado por un razonable temor a ser visitado por los mismos sicarios. O quizás son los propietarios de Willax quienes prefieren un periodismo menos acucioso. Tomará tiempo hasta que se sepa toda la verdad sobre este asunto. Pero con lo que se sabe, ya es bastante vergüenza en el hemiciclo.
¿Qué necesidad había de llevar a esas mujeres, de las que nada se sabe, hasta las oficinas del Congreso? ¿Era una forma de guardarles el secreto a los honorables representantes? ¿Un sofá en la esquina de una oficina? ¿Genuinas secretarias y otros ayudantes del otro lado de la puerta? Quizás es más discreto que un hotel del centro. Ellos dirán.
Mientras tanto, las motos asesinas dan vueltas, esperando sus siguientes instrucciones. La corporación parlamentaria no se da por aludida, concentrada, como ha de estar, en los nobles sentimientos de fin de año. El tal Torres, sindicado como proxeneta, ya tiene todas las trazas de un prófugo.