La Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) este año tuvo lugar en Arequipa. Sus detractores opinan que es una ceremonia de autocomplacencia, sin injerencia de peso en la marcha del país. En la modesta opinión de este psicoanalista, eso no refleja la realidad. Para bien o para mal, en ese cónclave están representados los intereses económicos formales más importantes del país. Por lo tanto, su posición respecto de la marcha de nuestra sociedad exige ser tomada en cuenta. Empezaré esta nota señalando dos aspectos: el texto de la invitación a participar en el evento y, dos, la ausencia de la presidenta de la República y el ministro de Economía.
Desde el título, la CADE anuncia el tenor de la reunión: “De la degradación a la reconstrucción de nuestro futuro.” Pero la propuesta es aún más explícita: “La 62ª edición de CADE Ejecutivos se realizará en medio de una coyuntura de estancamiento económico y degradación generalizada en el país, producto del debilitamiento institucional, la politización de la agenda pública, y la falta de capacidad del Estado para impulsar inversión privada, políticas públicas y servicios de calidad necesarios para el progreso de la ciudadanía y el desarrollo de las regiones.”
Sería un auténtico desafío para cualquier mandatario acudir a defender su gestión ante semejante declaratoria de principios. Pero para un Ejecutivo como el actual, cuya mediocridad y tolerancia con la corrupción no tienen nada que envidiarle a las de su predecesor, sería impensable asistir. Se entiende que Dina Boluarte, cuya desconfianza la ha llevado a sumirse en prolongados periodos de silencioquirúrgico, haya evitado presentarse ante un auditorio en franco distanciamiento con el Gobierno. Se sabe que le tiene pánico a las preguntas incisivas o que no hayan sido previamente censuradas.
En su discurso de clausura, Gonzalo Galdós, el presidente de IPAE, intentó minimizar este desplante temeroso con lo que pretendía ser la extensión de una rama de olivo. Afirmó que veían este acto de conspicua ausencia, como un aliciente para seguir trabajando por el país. Algo no cuadra en esa interpretación. Es claro que se ha instaurado públicamente una separación entre el Estado y los grandes poderes económicos de la formalidad.
Es importante insistir en este asunto de la formalidad, porque a quienes sí responde con presteza el Legislativo, con la forzada anuencia del Ejecutivo, cuya subsistencia depende del Congreso, es a los informales. Señaladamente, a aquellos que se aprovechan del REINFO para seguir depredando al país. Mientras tanto, 605,649 peruanos se fueron definitivamente del Perú, según Migraciones. De esos migrantes, 185,000 son jóvenes de 20 a 35 años. Lo que está huyendo es, literalmente, el futuro de nuestra sociedad. Mariana Alegre, directora de “Lima Como Vamos”, señaló al diario Correo que “el poco acceso a oportunidades y la calidad de vida de los ciudadanos impulsan esta migración.”
La inseguridad ciudadana ha llegado a un nivel solo comparable a la pésima calidad de los servicios públicos, como el transporte ineficiente, peligroso y violento. Ya lo era antes, ahora con las extorsiones es mucho peor. Es importante que los sectores representados en la CADE estén tomando partido públicamente, aunque algunos piensen que ya es tarde. COMEXPERÚ, que representa al comercio exterior, lo dice sin ramas de olivo: “Congresistas que voten a favor del REINFO legislan en favor del crimen organizado.” Y también: “No les interesa las muertes, prostitución infantil, ni daños al medio ambiente que genera.”
Va a ser muy complicado para los trolls del Congreso y el Ejecutivo, distinguir entre lo que dicen estos empresarios de alto vuelo y los que ellos suelen estigmatizar como caviares o terrucos. COMEX les está diciendo con brutal claridad que el hampa anda suelta en la calle y en el Congreso. Mi impresión es que el Gobierno y los congresistas intentarán negar esta andanada, haciendo de la vista gorda. Seguirán culpando a sus chivos expiatorios favoritos, con la esperanza de que estas tomas de posición empresariales no pasen de ser saludos a la bandera.
No parece ser el caso. Tanto CONFIEP como ADEX también se han pronunciado en el mismo sentido. Algunos representantes de esos sectores aprovecharon la CADE para lanzar sus candidaturas presidenciales. En particular los representantes del PPC. Me temo que eso es predicar a convencidos. Cuesta trabajo imaginar a esos personajes presentándose en regiones como el sur andino. Ya lo intentó un peruano tan ilustre como Javier Pérez de Cuéllar en 1995, incluso hablando en aymara. En ese entonces la popularidad de Alberto Fujimori era tan alta que fue un loable esfuerzo, pero inútil a la postre.
Treinta años después, es desconcertante observar que seguimos enfeudados al fujimorismo. Es como una maldición de esas que, según el periodista Ernesto Cabral de la Encerrona, teme Dina Boluarte. En su reciente libro Rolexgate (Planeta, 2024), relata, en la entrevista que le hace Emilio Camacho para La República, que la presidenta le teme tanto a los complots como a la brujería. Como prueba de esto último, cuando la fiscalía le pidió que mostrara lo que llevaba en la cartera, apareció una suerte de muñeco vudú, cuyos pies eran cabezas humanas.
Como canta Santana, en su versión de Black Magic Woman: She’s trying to make a devil out of me. Pero no, por muy satanizados que sean los grandes empresarios por sus adversarios, lo cierto es que detentan un poder enorme. Y por ende una gran responsabilidad. Ojalá que la asuman hasta sus últimas consecuencias