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Opinión

APEC, China, Estados Unidos y el Perú, por José De Echave

En este contexto, no existe ningún indicio que el dinamismo de la presencia china en el Perú vaya a disminuir; por el contrario, todo indica que se seguirá consolidando.

La foto de la clausura del foro de la Apec, muestra en primer plano al presidente chino, al lado de la anfitriona, Dina Boluarte y muy lejos, en la esquina izquierda y en segunda fila, al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.

Para ser justos con Biden, hay que decir que en las fotos de las clausuras de la Apec 2008 y la del 2016 (que también tuvieron como sede a Lima), los presidentes Bush y Obama, estuvieron ubicados en el mismo lugar y los presidentes chinos, Hu Jintao (2008) y Xi Jinping (2016), estuvieron al lado del anfitrión.

Pero más allá de la foto, los hechos son contundentes. Entre la inauguración del mega puerto de Chancay y la donación de algunos helicópteros y trenes viejos de los Estados Unidos, hay una enorme diferencia. Está claro que en las últimas décadas las cosas han cambiado y parece difícil que alguna otra potencia pueda detener el avance de China.

Las etapas de la reciente presencia china en la economía peruana

Observadores de la presencia china en América Latina afirman que hemos entrado a una suerte de “cuarta ola” de la inversión del gigante asiático. La primera, si bien no fue muy pronunciada, anunciaba lo que vendría más adelante: en el Perú, se ubica en la década del 90 y tuvo como mecanismo la privatización de empresas públicas: el 5 de noviembre de 1992, Hierro Perú, en Marcona, fue comprada por Shougang, una estatal china dedicada a la producción de hierro, acero y otros minerales. En este caso se trató de la compra de un activo en operación. Otra inversión de este período fue la de la empresa China National Petroleum Corporation (CNPC) que desde 1994, a través de una licitación, comenzó a operar los lotes VI y VII, en Talara. Las actividades en el Perú fueron la primera experiencia de internacionalización de CNPC.

La segunda ola se dio en la primera década y media del presente siglo y coincidió con el súper ciclo de precios de las materias primas. Se caracterizó por el mayor despliegue de empresas chinas, sobre todo en sectores extractivos. A diferencia de la compra de activos en marcha, comenzaron a comprar acciones de empresas que venían explorando proyectos en diferentes partes del país. Otro mecanismo fue la obtención de concesiones mineras y el desarrollo de emprendimientos propios. Algunos ejemplos: en agosto de 2007, la empresa Aluminun Corporation of China (Chinalco) adquirió las acciones de la canadiense Perú Copper que, previamente, había adquirido el proyecto Toromocho (Junín). Lo mismo ocurrió con el proyecto Río Blanco, de la británica Monterrico Metals, que fue adquirido por el consorcio chino Zijin el año 2007. Por esos años, ya era claro que las empresas chinas contaban con una suerte de autonomía financiera: por ejemplo, un 70% de la construcción de Toromocho fue financiado por el China Development Bank. Otro caso fue la absorción de la canadiense Northern Perú Copper Corporation, dueña del proyecto Galeno, en Cajamarca, por parte de Jiangxi Copper y China Minmetals Non Metals Co.

La tercera ola coincide con la consolidación del protagonismo de China en la economía global. Esta etapa se manifiesta claramente cuando la china Minmetals (MMG) le compra a la suiza Glencore el megaproyecto Las Bambas (2014). Glencore había absorbido previamente a la también suiza Xstrata y para confirmar la operación necesitaba el visto bueno de tres de las economías más importantes: Estados Unidos, Unión Europea y China. El gobierno chino puso como condición que Glencore se desprenda de uno de sus proyectos de cobre más importantes, bajo el argumento que tendría una posición de dominio en la producción mundial de cobre. Se tomó la decisión que sea Las Bambas y la operación se concretó a cambio de US$ 5,850 millones. De esta manera la propiedad de la mina pasó a un joint venture integrado por MMG (62.5%), Guoxin (22.5%) y Citic (15%).

La cuarta ola muestra a la inversión china expandiéndose en los sectores logísticos, de servicios, telecomunicaciones y transporte, etc. Si bien en países como Chile y Perú, los sectores extractivos siguen destacando, las inversiones en finanzas, la distribución eléctrica y en infraestructura portuaria, también forman parte de la expansión. Un buen ejemplo de esta tendencia es la inversión en los puertos de Chancay y Marcona y lo ocurrido con la distribución eléctrica: desde el 2020, Luz del Sur es propiedad de la china Three Gorges Corporation y en abril de 2023 fue anunciado el acuerdo entre la China Southern Power Grid y la italiana Enel, que tenía las operaciones de distribución eléctrica en Lima Metropolitana.

Otra característica de esta etapa es la creciente participación en el sector construcción. Incluso, un año antes de la pandemia, las constructoras chinas ya ocupaban el primer lugar en la adjudicación de obras, siendo el mecanismo más utilizado el de las licitaciones públicas. Empresas como China Railway 20 Bureau Group y Sinohydro Corporation, desplazaron a empresas como Cosapi, Sacyr, Extrato, Graña y Montero, JJC y, por supuesto, las brasileñas. La construcción de unidades de la Refinería de Talara o la ampliación de la Costa Verde, el mega puerto de Chancay, obras vinculadas al Metro de Lima, son algunos ejemplos de esta presencia.

Dos son los factores principales que explican el crecimiento de las constructoras chinas. El primero tiene que ver con los casos de corrupción en los que se vieron envueltas empresas brasileñas y peruanas, y el segundo, con la capacidad de financiamiento propio y barato, a través de los bancos chinos y el acceso a maquinaria y tecnología a menor costo.

Las tensiones comerciales y demás

La creciente presencia de China en la economía mundial y su ascenso como potencia, sigue generando preocupación y más de una tensión en las relaciones con los Estados Unidos y otras economías. De hecho, la presencia de China plantea cada vez un mayor cuestionamiento al status quo en el plano de la seguridad y el control de zonas importantes del planeta. Por ejemplo, la ambición por recuperar las islas del mar de China meridional y el proyecto de poner en vigencia antiguas vías comerciales expresadas en la Ruta de la Seda, están a la base de varias de las tensiones actuales.

Como dice Broggi [1], los datos son concluyentes; “en la última década, China ha substituido a los Estados Unidos como proveedor principal en la mayoría de los países en Asia, África, Europa América del Sur. Por lo tanto, tarde o temprano, el orden internacional deberá reconstituirse para adaptarse a esta nueva realidad”.

Si bien hoy en día estamos lejos del período en el que China crecía a dos dígitos, su posición como potencia económica se ha seguido consolidando. En este contexto, no existe ningún indicio que el dinamismo de la presencia china en el Perú vaya a disminuir; por el contrario, todo indica que se seguirá consolidando. La tarea que queda pendiente es que el Perú defina estrategias claras para construir una relación más equitativa con China que supere el tradicional esquema de relación entre una economía productora de materias primas y una potencia que busca consolidar su expansión, controlando nuevas zonas.

[1] Brasó Broggi, Carles (2021): Algunas causas de la guerra comercial entre China y Los Estados Unidos. Universitá Oberta de Catalunya. Barcelona.