El diario español El País editorializó el 18 de noviembre sobre la guerra de Ucrania. La administración de Joe Biden, en sus últimas semanas, ha autorizado finalmente el uso de los misiles ATACMS de largo alcance por parte de Ucrania contra territorio ruso. Este permiso estratégico responde, en parte, a la reciente llegada de tropas norcoreanas a la región de Kursk, un movimiento de Moscú que busca consolidar su posición antes de una eventual negociación de paz auspiciada por Donald Trump.
La autorización de estos ataques no se concibe como una escalada en el conflicto, sino como una respuesta a la inédita participación de soldados norcoreanos en apoyo a Rusia, cuyo propósito principal sería alcanzar una paz bajo términos favorables al Kremlin.
Según El País, Putin buscaría proclamar una victoria estratégica, mantener los territorios ocupados y garantizar la neutralidad ucraniana, alejándola de la OTAN. Sin embargo, el empleo de los ATACMS podría modificar este equilibrio, mejorando la posición negociadora de Ucrania antes de un cese al fuego que podría definirse tan pronto como el 20 de enero, con Trump ya en la Casa Blanca.
La decisión de Biden, aunque tardía, también busca reforzar la moral de las tropas ucranianas y enviar un mensaje a los aliados europeos: abandonar a Ucrania en este punto no solo sería un error estratégico, sino un grave retroceso frente a las ambiciones de Putin. A pesar de ello, el Kremlin ha calificado la medida como un acto que coloca a la OTAN y a Estados Unidos en una guerra directa contra Rusia, lo que aumenta la tensión diplomática en un conflicto ya globalizado.
En este contexto, Corea del Norte juega un rol central, ya que el régimen de Kim Jong-un ha enviado cerca de 10.000 soldados, con posibilidades de ampliar la cifra hasta 60.000, junto con artillería y municiones. A cambio, Rusia estaría transfiriendo tecnología para su programa nuclear y misiles de largo alcance, además de brindar apoyo financiero, todo mientras Beijing observa con cautela.
El efecto de esta alianza en el conflicto europeo pone en evidencia un problema más amplio: la creciente internacionalización de la guerra. La respuesta de Occidente no puede limitarse a Europa. Con la administración Biden en sus días finales, la aprobación de este tipo de medidas pretende dejar un legado que condicione la política exterior de su sucesor.