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Opinión

Resistir a Boluarte y sus secuaces, por Daniel Encinas

La calle también habla fuerte y claro. Varias ciudades están repletas de murales con pintas que demuestran lo que sentimos. (…) , es un mito que la ciudadanía peruana no lucha por sus libertades y derechos. Las protestas, aunque más dispersas y localizadas, no han cesado.

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ENCINAS

En las últimas semanas, las movilizaciones sociales contra el gobierno de Dina Boluarte y sus aliados congresales se han reactivado. Distintos sectores de trabajadores exigen soluciones frente a la creciente violencia criminal. Estas movilizaciones, lejos de disminuir, anticipan una escalada en el marco de la cumbre APEC 2024, que se celebrará en Lima entre el 10 y el 16 de noviembre.

Sin embargo, la coalición en el poder no ha respondido a estas demandas como autoridades democráticas. Ni siquiera intentan disimular. Su respuesta es propia de matones, carentes de legitimidad y profundamente desconectados de la gente. Las medidas incluyen descalificar la protesta, utilizar el término “traidores a la patria” contra quienes se sumen a las paralizaciones y amenazar con una represión desmedida. En otras palabras, buscan repetir el guion que los llevó a enquistarse en el poder tras la salida del golpista Pedro Castillo.

No obstante, nada detendrá el rechazo que generan. Por supuesto, podrían aumentar las dificultades para protestar y devolver a la sociedad al estado catatónico que observamos luego de las violaciones de derechos humanos a fines de 2022 e inicios de 2023. Pero jamás podrán aplacar las formas de resistencia más sutiles, cotidianas y creativas que día a día desplegamos los peruanos. ¡La legitimidad no se gana a sangre y fuego! De esto quiero ocuparme en los siguientes párrafos.

Desde el proyecto Puente, dedicado a difundir información académica de forma accesible a través de las redes sociales, analizamos estas alternativas a la movilización ciudadana hace unas semanas. El trabajo académico de James C. Scott viene a la mente. Como pensador original, Scott desafió la idea de que la resistencia contra los poderosos siempre tiene que ser visible y directa. Las “armas de los débiles” (weapons of the weak) suelen ser un repertorio más amplio, persistente y, a veces, invisible de confrontación cotidiana, permitiendo a las personas resistir de una forma más segura en contextos de opresión y represión.

Estas nociones arrojan luz sobre lo que viene ocurriendo en Perú. En su libro Los dominados y el arte de la resistencia, Scott hace una distinción entre lo que llama el “discurso público” y el “discurso oculto” de los oprimidos. A pesar de la jerga académica, la diferencia es bastante intuitiva. El discurso público hace referencia a la posición que adoptan los oprimidos estratégicamente para evitar represalias, proteger sus vidas u obtener algún favor. En cambio, el discurso oculto es lo que verdaderamente piensan. En espacios seguros, expresan una comprensión clara de las injusticias que sufren y lanzan críticas mordaces contra los abusivos a través del humor, canciones, refranes y otras expresiones populares.

Pongamos algunos ejemplos. La historiadora Lilian Guerra analizó el fenómeno de “la bola” durante la dictadura de los Castro en Cuba, en los noventa, donde, a través del chisme y el chiste con amigos y familiares, las personas nunca dejaron de rechazar la opresión que vivían. Otra cosa es que no pudieran expresarlo abiertamente. Basta con un chiste para ilustrar lo que de verdad sentían los cubanos detrás de la apariencia de apoyo generalizado. Ahí va: un hombre encuentra un spray de pintura negra en la calle y decide grafitear una pared. Cuando ya había escrito “Abajo F…”, llegan agentes policiales y él pregunta, ocultando sus nervios, “Compañero, ¿se escribe Flinton o Clinton?”. En esta broma, el discurso oculto (la crítica a Fidel) se convierte rápidamente en un discurso público (la supuesta crítica al presidente estadounidense), aprovechando la posición oficial del antiimperialismo para sortear una situación de peligro.

Pero el lector no debería asumir que esta resistencia cotidiana solo ocurre en contra de las dictaduras de izquierda. En el Chile de Pinochet, también encontramos estrategias similares, como manifiestan diversos textos incluidos en un volumen editado por Peter Winn titulado Victims of the Chilean Miracle. En el capítulo de Thomas Miller Klubock, los trabajadores de la mina “El Teniente” aparecen realizando diversas acciones de boicot con el objetivo de hacer valer sus derechos. Una de ellas fue circular un panfleto anónimo en el comedor, que terminaba con la singular frase: “¡Lee y pásalo!”. De esta manera, la voz crítica de unos trabajadores aparentemente resignados y dóciles era difundida a través de la seguridad que otorgaba el papel y la tinta.

Aunque Perú es muy diferente de Chile o Cuba durante aquellas décadas, también existen ejemplos de resistencia cotidiana. No solo encontramos innumerables memes contra los congresistas, sino que maestros del humor en redes como Tito Silva Music han inmortalizado en varias canciones y remixes virales los episodios de abuso y ridículo de la presidenta. Además del conocido “Gato Ron Ron”, resaltan éxitos como “My rolex is divine, no envidien mi style”, en clara alusión a uno de los escándalos de corrupción de Boluarte. O cómo olvidar a brillantes caricaturistas como Diego Avendaño, quien dibujó a la mandataria como una voleibolista que dice “mi especialidad es matar”. Es preciso.

La calle también habla fuerte y claro. Varias ciudades están repletas de murales con pintas que demuestran lo que sentimos. En el carnaval ayacuchano, se llegó a entonar la siguiente frase: “Presidenta Boluarte, porque eres traicionera, presidenta porque eres mentirosa. Tus engaños que te crea tu congreso, tus engaños que te crean tus ministros”. Por su parte, las avenidas de Cusco vieron circular un carro con una placa bastante particular: “CTM - D1N4”. No es necesaria mayor explicación, ¿verdad? Y así existen muchos ejemplos más.

Entonces, es un mito que la ciudadanía peruana no lucha por sus libertades y derechos. Las protestas, aunque más dispersas y localizadas, no han cesado. Los trabajadores organizan paros. Los familiares de las víctimas de la represión encabezada por la presidenta y sus cómplices también siguen exigiendo justicia. Pero, además, a través de distintas manifestaciones diarias, originales y más seguras que las movilizaciones, el rechazo abierto contra la coalición gobernante se sigue enfrentando a la ilegitimidad de una componenda que tiene a duras penas un dígito de aprobación según las encuestas.

Si en el marco de APEC la organización no alcanza para movilizaciones masivas y la represión amenaza nuestras vidas, no olvidemos la valentía de estas otras formas de rechazo a unas autoridades que actúan de espaldas a nuestros intereses. El discurso oculto se va colando poco a poco en la esfera pública y representa el caldo de cultivo para mantener nuestra dignidad como pueblo. Y algún día, tarde o temprano, esperemos, hacerles pagar con todo el peso de la ley por haberse manchado las manos de sangre para sacar provecho de nuestro país y saquearlo como un botín.

No podemos desistir. Resistamos día a día. Resistamos contra Dina y sus secuaces.