El próximo lunes 4 de noviembre se recordará el levantamiento de Túpac Amaru II. Han transcurrido 244 años. Su rebelión ocurrió casi simultáneamente con la lucha por la independencia de los Estados Unidos y 9 años antes de la Revolución Francesa.
Entre la fecha de su muerte (1781) y la declaración de independencia del Perú (1821) habían transcurrido solo 40 años, cualquier ciudadano de 50 o 60 años hubiese vivido los dos procesos. Su influencia en la gesta de la independencia es innegable.
La gesta de Túpac Amaru II es el gran antecedente de la lucha por la independencia. Su rebelión no solo pertenece al Perú, sino a América Latina y a la humanidad. Su gloria es más grande que la de Espartaco. Fue asesinado cruelmente. Toda su familia y parientes fueron exterminados. Su hijo Fernando de 10 años fue obligado a ver la horrenda muerte de sus padres.
No hay duda, su muerte y su martirio fueron un crimen de lesa humanidad, a tal punto que el eminente historiador español Antonio Ferrer del Río señala: “No es posible recordar con los ojos secos ni escribir sin que el papel se enrojezca de sangre”.
Túpac Amaru se levantó para decir: “Sin tener conmiseración de nuestras desdichas y exasperado por ellas y de su impiedad, he determinado sacudir este yugo insoportable y contener el mal gobierno”.
De una manera similar, pero en otro contexto, la declaración de la independencia de los Estados Unidos de este modo también sostiene la legitimidad de este tipo de luchas: “Más de 200 años de humillación, de despojo, de injusticia, de codicia y latrocinio sin par. De asesinatos, de exclusión y discriminación, nos obligan y reclaman desde lo más profundo de nuestra alma a tomar el comando de nuestro destino a que las leyes de la naturaleza y el Dios de la naturaleza le dan derecho”.
Esta es la grandeza de la familia de Túpac Amaru II, orgullo del mundo, de América Latina y el Perú. Símbolo de la lucha mundial por la libertad y dignidad de la humanidad.