Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.

Nuestra última oportunidad, por Nora Loredo

¿Podría el Perú convertirse en un Estado tomado por el crimen organizado? Hacia eso vamos y pocos se están dando cuenta. La codicia y el nulo amor por el Perú por parte de nuestras autoridades lo están permitiendo.

En Sinaloa, los niños han dejado de asistir a la escuela. Cincuenta colegiales muertos en 2025 fue demasiado. La guerra entre los Chapitos y La Mayiza, facciones del cártel de Sinaloa, ha regado, literalmente, las calles de cadáveres. En Michoacán, Guanajuato, Jalisco y otros estados violentos de México, exmilitares colombianos, especialmente sangrientos, son contratados como mercenarios por los cárteles de la droga para que entrenen a sus sicarios.

¿Podría el Perú convertirse en un Estado tomado por el crimen organizado? Hacia eso vamos y pocos se están dando cuenta. La codicia y el nulo amor por el Perú por parte de nuestras autoridades lo están permitiendo. Nunca hemos vivido una situación como la actual. El país ha dado un salto cualitativo: antes, los delincuentes operaban por fuera de la ley. Hoy en día, son los que las redactan y las aprueban. Su impunidad está garantizada mientras siguen extorsionando, asesinando, lavando dinero, comerciando con seres humanos y operando todas las economías ilegales que están devastando al Perú, una patria que parece no importarles y que usan como fuente de enriquecimiento para satisfacer su avaricia.

Ni siquiera en la dictadura de Fujimori sucedió esto. El poder corrupto estaba concentrado en las manos del autócrata y su entorno. Ellos negociaban con las mafias y recibían sus aportes, pero no las dejaban penetrar su círculo. Hoy que el poder está disperso, las mafias se han colado por todos lados con la participación activa del Congreso y el Ejecutivo.

¿Podemos hacer algo para evitar el abismo? Los seres humanos tenemos la capacidad de reparar nuestros errores. Y la democracia nos brinda esa oportunidad cada cinco años. Todavía estamos en una primera fase, pero con un alto riesgo de que en 2026 el Perú se consolide como un Estado criminal. Nuestro voto será medular. O aprovechamos esta oportunidad de autocorrección o, después, nos tendremos que enfrentar a un monstruo. En caso de triunfar, que ojalá suceda, tendremos que derogar todas las leyes a favor del crimen que ha dado este Congreso y promulgado alegremente el Ejecutivo.

Y entonces habrá que preguntarse: ¿es suficiente el Código Penal para combatir la corrupción o hay, también, que incentivar valores en la población? Un liderazgo con valores éticos puede influir mucho. Las sociedades necesitan líderes para organizarse, gestionar intereses, evitar conflictos. A nivel personal, necesitamos quien nos oriente, nos dé el ejemplo, nos ofrezca, en resumen, una meta, un objetivo. El liderazgo que hoy necesita el Perú no es el de la corrupción, el autoritarismo y el crimen, sino el liderazgo sano de demócratas honrados y eficientes. Y ese liderazgo puede triunfar, porque la mayoría de los peruanos somos decentes. Fundar la República con la que soñaron Javier de Luna Pizarro, Faustino Sánchez Carrión, Toribio Rodríguez de Mendoza y tantos otros es nuestro deber y nuestra próxima tarea. Estemos a la altura.

Columnista invitado

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