En círculos fujimoristas ha causado indignación que funcionarios de la embajada chilena en Lima se hayan abstenido de ir a firmar el libro de condolencias por la muerte de Alberto Fujimori. Uno de sus periodistas lo atribuye a un fanatismo izquierdista de Gabriel Boric, pero eso es una reacción exagerada a un hecho natural.
Chile no puede expresar condolencias oficiales por el fallecimiento de un político al que el país tuvo que extraditar a pedido de la justicia peruana. A Fujimori lo extraditó la Corte Suprema del vecino país, cierto que, bajo otra presidencia de izquierda, la de Michelle Bachelet, ansiosa por desprenderse del personaje.
Ayudó a traerlo a Perú Alan García, a quien cuesta ver como izquierdista o antifujimorista. Se dice que los artífices del vuelo Tokio-Santiago fueron el magnate chileno Andrónico Luksic y el próspero fujimorista peruano Germán Kruger. Fue un pésimo cálculo por donde se le mire, que Japón debe estar agradeciendo desde entonces.
Ir a firmar ese libro de condolencias hubiera sido para los chilenos de Lima saltarse a la garrocha a la justicia peruana que condenó al personaje, y cuya autoridad los fujimoristas desmienten cada vez que les conviene. Quizás Boric se ha inhibido con todo gusto, pero el motivo fue claramente formal, sobre todo porque el exautócrata pasó por Chile. No hay, pues, ningún incidente diplomático.
¿Por qué se le reclama eso a Boric? Porque los fujimoristas sienten que no firmar desmiente la operación de lavado de cara política que han realizado en estos días la familia y el partido, y niega un perdón chileno a Fujimori. Deberían ver titulares y notas de la prensa de fuera sobre el tema, y entenderían que el presidente chileno no está solo.
De otra parte, con cada día que pasa se van viendo más fuera de lugar las exequias organizadas para Fujimori en Palacio y en algunos medios simpatizantes. No tanto por lo que se dijo, que ya fue demasiado, sino por lo que se omitió. Por ejemplo, decir que el muerto era un prófugo y un condenado por la justicia peruana, jamás arrepentido.
Los fujimoristas están cuidando lo que consideran será un importante capital electoral más adelante. Las honras fúnebres parecían un momento espléndido para poner eso en marcha. Es obvio que no lo han sido tanto.