La pregunta que se repetirá, cada vez con más frecuencia, es si el fujimorismo, luego del deceso de Alberto Fujimori, seguirá siendo una fuerza protagónica en la política. En todo caso, hasta cuándo y de qué manera. Más allá de las reacciones emotivas de estos días, ¿podrá retomar impulso electoral?
Luego del escándalo de los vladivideos y la vacancia del presidente en el 2000, el fujimorismo se reactivó en el 2010, bajo el liderazgo de Keiko Fujimori, pero, salvo un período determinado que se podría ubicar entre el 2012 y el 2016, Fuerza Popular ha vivido más del pasado que del presente. Y no lo está haciendo mejor. Las elecciones del 2026 serán muy importantes para precisar posibles desenlaces. Ganarlas sería una oportunidad para renovar capital político. Pero parece que ni ellos confían mucho en ello porque, en paralelo, no cejan de maniobrar en el congreso para ver cómo tener control sobre los organismos electorales.
El fujimorismo, en términos de votos, no funciona sin un miembro de la familia. Eso se observó cuando postuló Jaime Yoshiyama a la alcaldía de Lima en 1995. Alberto Fujimori había ganado las elecciones presidenciales en abril de ese año, en primera vuelta, con el 64% de votos. A pesar de ello, Yoshiyama perdió frente a un carismático Alberto Andrade. En un contexto más adverso, en las elecciones presidenciales del 2026, con el fujimorismo asociado a diversos problemas de corrupción y comportamiento antidemocrático, Martha Chávez postuló a la Presidencia de la República y obtuvo el 7.4% de votos válidos.
En ese contexto, Fuerza Popular se creó en el 2010 y fue la apuesta de Keiko Fujimori por institucionalizar aquello que hoy llamamos fujimorismo. Ahí está, por ejemplo, la Escuela Naranja. Fuerza Popular ha sido la organización fujimorista que más tiempo ha durado. Ha tenido un importante protagonismo en las elecciones presidenciales y congresales, principalmente, pero en estos 14 años ha ganado poco a nivel regional.
En las elecciones de gobiernos locales, salvo el 2014 donde fue la segunda agrupación con más gobiernos locales después de Alianza Para el Progreso (APP), no ha tenido grandes victorias. En las elecciones del 2011 fue la quinta agrupación en términos de alcaldías y gobiernos regionales conseguidos; en el 2018, la séptima y en el 2022 quedó en un rezagado décimo lugar. Es cierto que este es un problema de muchos de los partidos que en algún momento se llamaron nacionales y que fueron desplazados por los movimientos regionales. Pero contrasta con el apoyo que tuvieron los gobiernos de Alberto Fujimori en diversas regiones del interior del país. ¿Hoy lo tiene?
A pesar de no ganar las elecciones presidenciales, Fuerza Popular ha tenido una importante presencia en el congreso. Y ha mostrado qué hace cuando está en el poder. El problema es que, en el período del 2016-2618, durante el gobierno de PPK y luego en todos los breves gobiernos posteriores hasta el de Sagasti, su performance ha sido muy criticada. En el congreso actual, siendo la primera minoría, sigue actuando de tal manera que es parte de ese conglomerado que la ciudadanía rechaza en todas las encuestas. Son parte del establishment que genera sentimientos negativos hacia la política. ¿Podrá Fuerza Popular, en los meses que quedan para las elecciones, construir una narrativa de oposición o de cambio frente al estatus quo? ¿será creíble en el ojo ciudadano?
Keiko Fujimori, liderando Fuerza Popular, ha estado varias veces disputando segundas vueltas, pero los resultados, luego del 2016, ha sido precarios. En el 2011, pasó a segunda vuelta con el 24% de los votos válidos, por debajo de Humala. En el 2016, mejoró notablemente y pasó a segunda vuelta con el 40% de votos válidos, dejando a PPK en segundo lugar. Fue su mejor momento. Luego de todo lo que hizo Fuerza Popular, en los sucesivos congresos del 2016 al 2021, cuando fueron las elecciones presidenciales del 2021, Keiko Fujimori pasó a segunda vuelta solo con el 13.4% de votos válidos, muy cerca de Rafael López Aliaga (11.8%) y Hernando de Soto (11.6%). Dejó de ser la gran alternativa, al menos en primera vuelta. Su candidatura siempre ha generado polarización, cada vez menos política y cada vez más afectiva. La lógica de fujimorismo vs anti fujimorismo ha acompañado cada una de sus postulaciones. En el 2016 se formó el colectivo No a Keiko y han sido los sentimientos anti los que han marcado las segundas vueltas. Pero parte de ese anti fujimorismo también es de centro o incluso de derecha. En el 2021 aparecieron candidaturas alternativas defendiendo la economía de mercado e incluso propuestas de derecha radical más conservadoras. En esas elecciones fueron Rafael López Aliaga y Hernando de Soto. Para el 2026 habrá una mayor competencia entre quienes buscan representar los intereses de ese conglomerado electoral. Seguro Fuerza Popular buscará reactivar la polarización fujimorismo-anti fujimorismo (basta ver todo lo ocurrido durante las ceremonias fúnebres de Alberto Fujimori) pero este último tiene formas de canalizarse mucho más variadas y varias defienden lo mismo con menos pasivos.
En Fuerza Popular parecen considerar que la dispersión electoral podría beneficiarlos al tener ellos mayor organización y que una dinámica fujimorismo-anti fujimorismo los podría beneficiar. Pero no solo eso se movilizará en la próxima campaña. Hoy la vinculación con la política es una mezcla de rechazo y desconfianza, que a veces se disfraza de indiferencia, pero que cobija esperanza. En los 90 Alberto Fujimori expresó el sentimiento anti establishment. Hoy, Fuerza Popular y Keiko Fujimori son parte del establishment. Por estos motivos, la agrupación naranja en el congreso está trabajando para que, si la memoria no funciona a su favor, la influencia en el sistema electoral les ayude.