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Opinión

La izquierda y los frutos prohibidos de Maduro, por Ramiro Escobar

“El tiempo del silencio ha terminado. Gabriel Boric, el presidente chileno, ha sido quien lo ha roto”.

larepublica.pe
Ramiro Escobar

¿Hasta cuándo una parte de la izquierda latinoamericana, o mundial, va a seguir considerando a Nicolás Maduro uno de los suyos? ¿Por qué mantiene esa posición o se muestra nebulosa frente a sus ya delirantes tropelías? El tiempo del silencio ha terminado, y ha sido Gabriel Boric, el presidente chileno, uno de quienes lo ha roto claramente.

Tras el esperable fallo del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, Boric ha dicho algo que la izquierda pro-Maduro o “Maduro-comprensiva” —como la llama el analista argentino Pablo Stefanoni— debería atender: “Es posible y necesaria una izquierda continental profundamente democrática y que respete los derechos humanos, sin importar el color de quien los vulnere”.

En otras palabras: basta de palabras borrosas frente a los abusos de cualquier origen. Basta de creer que solo los cometen los Pinochets, los Videlas y otros esperpentos. La afirmación del mandatario es certera. Lo que está diciendo es que no hay izquierda sin compromiso real con esta causa contemporánea, imposible de asumir con un solo ojo.

El currículum de Maduro en ese terreno indignaría a cualquier manifestante de izquierdas si no supiera quién es el personaje: ha criminalizado las protestas, ha torturado detenidos, ha apresado a sus opositores, ha manipulado los organismos electorales. Es decir, ha hecho todo eso contra lo cual los movimientos progresistas han lidiado por décadas.

Uno de los argumentos centrales de sus defensores es que María Corina Machado es una suerte de Milei en versión femenina. Pero si lo que se teme es que el Estado sea destruido (algo que no podría hacer la oposición), Stefanoni recuerda que Maduro ya lo ha hecho y con creces, al poner por los suelos la salud y la educación. Como Milei.

Por último, ha apoyado al tiránico presidente sirio Bashar al-Ásad, a los ayatolás archiconservadores de Irán, a Vladimir Putin, que ni siquiera es de izquierda. Tampoco es un entusiasta de los derechos homosexuales, ni de ampliar los derechos de las mujeres, ni del ambientalismo. En suma, tiene todo para no ser “de izquierda”. ¿Vale la pena incinerarse por él?

(*) Profesor PUCP