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Opinión

El gato Ron Ron, por Rosa María Palacios

Su gobierno no puede organizar ni un simulacro de terremoto sin que la abucheen, ni una pichanga de vóley sin que se le desplome un ministro por payaso. 

larepublica.pe
Rosa María Palacios

Debo atribuirle el mérito a Dina Boluarte de haberme conducido a un estado de procrastinación tal que he dedicado algunas horas a buscar al titular de los derechos de autor de la muy antigua canción infantil “El gato Ron Ron” que, he aprendido en esta dedicada búsqueda, no es lo mismo que “Estaba Don Gato”, otra antigua pieza para niños del cancionero español. Luego de escuchar un cúmulo de canciones infantiles, leer sus letras, buscar autores y fechas de creación, mi esfuerzo en internet ha sido inútil y me he rendido. Si alguien sabe la respuesta, me la hace llegar, pero la búsqueda intensa me llevó a otra reflexión: ¿por qué estoy perdiendo el tiempo en esta estupidez y no escribo mi columna? Porque hoy, procrastinar en el Perú es un mecanismo de escape de la realidad. Mecanismo que está usando la mismísima presidenta para evadirse hacia la irrelevancia y la negativa a ejercer sus funciones más urgentes.

¿No tiene agenda el Ejecutivo? Repasemos algunos asuntos solo de días recientes. En materia de seguridad, apenas en las últimas horas, dos líderes sindicales de construcción civil, Arturo Cárdenas y Américo Román, han sido asesinados por sicarios. Todos los gremios de la construcción han demandado la inmediata acción del Estado ante la evidente escalada de grupos criminales de extorsión. ¿El ministro del Interior? Preocupado en trompearse con la Fiscalía y la prensa. ¿La presidenta? Viendo como da de baja a Harvey Colchado mientras que al prófugo Vladimir Cerrón no lo encuentra nadie.

¿Economía? “El déficit fiscal alcanza el 4% en julio, la cifra más alta desde 1995”, dice el BCR. ¿El ministro de Economía? Hace rato que dejó de parar los agujeros que el Congreso, gobernadores y alcaldes, como el de Lima, le hacen al gasto público que está, según los expertos, en su máximo histórico. Los miembros del Consejo Fiscal vienen advirtiendo que esto se va a poner peor. Para ponerlo en sencillo, nunca se ha gastado (y mal gastado) tanto (con leyes para que se malgaste más) sin recaudación tributaria que respalde ese costo. El peso que tuvo el MEF para disciplinar a todo el sector público ha desaparecido. El ministro es de papel. Vamos ya en decenas de leyes aprobadas por insistencia que tienen iniciativa de gasto, prohibido por la Constitución, pero validado por un Tribunal Constitucional que ampara la inconstitucionalidad. Si hablamos de crecimiento, queda claro que esa estimación de 3% para el 2024 no es más que una ilusión.

¿Hambre? El ministro de Agricultura, paseando por el París olímpico, dice que eso no existe. Y ya está. ¿Resuelto el problema? Para el ministro que cultiva el ayuno intermitente en las noches, puede ser. ¿Para el resto del país? 50% de peruanos no tienen suficientes recursos para acceder a una dieta saludable, tienen incertidumbre acerca de su capacidad de consumir alimentos y se han quedado sin comer ocasionalmente en algunas comidas o un día entero, varias veces al año. 1 de cada 5 peruanos está en una situación grave de inseguridad alimentaria. En la campaña del 2021, use una frase que resultó una profecía respecto al plan de gobierno que Vladimir Cerrón le escribió a Pedro Castillo: ¨esto es el hambre”. Ha sido una pena no equivocarme.

¿Pobreza? En franco crecimiento, aunque la presidenta no quiere que se sepa. ¿Por qué un país que logró reducir espectacularmente la pobreza hasta el 19% en el 2019 tiene hoy casi 30% de pobres? Porque hace una década que el Estado peruano no logra remontar las cifras de lo que fue la locomotora del crecimiento peruano: la inversión privada. ¿Por qué? Porque nada tiene más miedo que la inversión. Si no se le da seguridad jurídica, esa que esta en la Constitución, aquí no invierte nadie. Esta certeza del cumplimiento contractual fue muy golpeada desde las campañas del 2006 y 2011, pero cuando Pedro Castillo llegó al poder, la estampida fue total. Hoy, con un alcalde de Lima de derechas, que desconoce, como lo hizo la izquierda, los contratos de concesión, ¿que mensaje recibe el inversionista internacional? Aquí vas a acabar en un litigio ante un tribunal arbitral si eres inversión extranjera y si eres inversión peruana, Dios te coja confesado en el Poder Judicial. ¿Quién invierte para eso? Salvo que seas corrupto, lo mejor es alejarte.

¿Derechos fundamentales? Dina, a lo Poncio Pilatos, se lavó las manos frente a la ley que le da impunidad a militares asesinos, torturadores y violadores. Como dice la Conferencia Episcopal peruana citando el génesis: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo”. Ella, que tiene su propia sangre que le reclama, se puso de lado.

Boluarte recibe el repudio popular de su 90% de desaprobación adonde va. Los gritos de corrupta, asesina y “devuelve los Rolex” la siguen pese a todos los esfuerzos de su seguridad. Parece que esta semana le sugirieron tomar un poco de iniciativa y convocar (para la foto y sin agenda) a las bancadas parlamentarias. Entrando a un contexto electoral, tocarla es como acercarse a un leproso del cual nadie quiere contagiarse. Él resultó fue un fiasco para ella y la oportunidad política para desmarcarse (sin ningún éxito) de un régimen sostenido por las mismas 4 familias.

Su gobierno no puede organizar ni un simulacro de terremoto sin que la abucheen, ni una pichanga de vóley sin que se le desplome un ministro por payaso. Procrastinar, ese “posponer deliberadamente tareas importantes, pendientes, a pesar de tener la oportunidad de llevarlas a cabo” es contagioso (todos queremos huir por un momento de este drama) pero para una presidenta, imperdonable y peligroso. Para nuestro país, trágico. Porque mientras ella canta a unos desconcertados niños “El gato Ron Ron”, se mata, se pasa hambre, la necesidad crece y agobia, la inversión huye y el Congreso se enseñorea entre el mercantilismo de pocos individuos y el triunfo de las organizaciones criminales.