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Opinión

La lotería del cambalache, por Rosa María Palacios

La movilidad de expresidentes, congresistas, alcaldes, gobernadores, funcionarios públicos de todo nivel, a través de partidos de distinto origen ideológico, es impresionante. Todo ese movimiento tiene un solo resultado: son los mismos, con diferente marca. El Congreso es el premio de la lotería del cambalache.

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Rosa María Palacios

Las elecciones generales del 2026 son una nueva oportunidad para el cambio. Votar en 19 meses es el horizonte de la resistencia y de la esperanza. A diferencia de las próximas elecciones en Venezuela, por ejemplo, no tenemos un dictador único y todavía existen algunos poderes independientes como el electoral. Ese es el gran riesgo. Esas esperadas elecciones están en peligro de ser un gran fracaso político y la profundización de la desesperanza que cunde y se expande hoy. Un fracaso político que, sumado al del 2016 y el 2021, hace que el próximo presidente del país esté condenado de antemano a no cumplir sus 5 años de mandato.

El viernes 12 precluyó una etapa importante del cronograma electoral. Todo aquel que quiera postular el 2026 debe estar inscrito en el partido por el que piensa presentarse. Es verdad que las listas parlamentarias pueden llevar hasta un 20% de personas designadas (conocidos como “invitados”), pero las planchas presidenciales solo pueden estar integradas por militantes. A esta hora hay 30 partidos con inscripción ante el Registro de Organizaciones Políticas. En proceso de inscripción hay 20 más con plazo hasta un año antes de las elecciones (abril del 2025) para completar su proceso. ¿Podríamos ir a unas elecciones con 50 partidos políticos? Esa pesadilla es hoy legalmente posible.

La movilidad de expresidentes, congresistas, alcaldes, gobernadores, funcionarios públicos de todo nivel, a través de partidos de distinto origen ideológico, es impresionante. Todo ese movimiento tiene un solo resultado: son los mismos, con diferente marca. El Congreso es el premio de la lotería del cambalache. ¿Cuántos han comprado boleto? Miles. Solo el último día, el viernes pasado, más de 18.000 personas se han afiliado a un partido político que les pueda garantizar uno de los 130 asientos en diputados o uno de los 60 escaños de senadores, o ¡vana esperanza!, el premio gordo de ser el segundo vicepresidente de la república.

¿Por qué ser segundo vicepresidente es hoy el premio más codiciado? Porque ese es el que el Congreso no puede vacar sin disolverse, obligado por una elección adelantada. Esa es la deformación que este Congreso y el Tribunal Constitucional han creado en la interpretación constitucional. Promueven, sin más requisito que dos tercios del Parlamento, la revocatoria del mandato presidencial. En una competencia con 50 partidos nadie va a sacar mayoría parlamentaria. El elegido está muerto desde el primer día. Lo sabe hoy PPK y lo sabe Castillo. Su sucesor debe aprenderlo rápido. Lo único que realmente importa es el segundo, la ficha fija, la inamovible. Lo supo Vizcarra (solo lo vacaron cuando ya estaban convocadas las elecciones) y lo sabe muy bien Boluarte.

¿50 partidos? ¿Hay en el Perú una fiebre política? ¿Un deseo desbordante de participación ciudadana? Si todos lo logran, deberían tener por ley 25.000 militantes activos. Los 10 partidos que tienen hoy bancada, y que se exoneraron de la regla del número, alegan tener más. Entonces, como mínimo, hay 1,250.000 peruanos que militan en un partido político. Los movimientos regionales alegan tener en conjunto, según el presidente de su asociación, que ha convocado a marchar este 28 de julio, unos 600.000 militantes. Estamos hablando de cientos de miles de personas interesadas, al menos como afiliados, en hacer vida política. La gran pregunta es ¿dónde están? ¿Por qué no hay una efervescencia en las calles creando espacios políticos de oposición, esa que Boluarte no tiene, incluso sin tener partido? En las elecciones del 2021, los que hicieron votaciones internas de un militante, un voto, para escoger listas presidenciales y parlamentarias, no pudieron convocar ni al 5% de esa supuesta militancia.

La verdad es que los partidos políticos peruanos, absolutamente indispensables en una democracia, son una ficción. Cuesta inscribirlos, es verdad. La militancia se recluta más en el ánimo de una clientela flotante, que hoy está aquí, por si acaso, y mañana está allá, porque, al final de cuentas, son calco de la conducta de los dirigentes. Hay también (país de oportunidades, ¿no?) algunas meras iniciativas empresariales. Si te das el trabajo de armar un partido, ¿por qué no venderlo? Uno de los partidos con inscripción pertenece a un empresario que “asesora” tesis y monografías universitarias. Ese es el nivel.

No hay ideología y rara vez plataforma. Ningún sentido mínimo del bien común, más allá de un discurso que se debate entre generalidades y la ofertita concreta de la beca, el bono, la universidad, la obra. Y a la cabeza de ellos, una dirigencia que es, finalmente, la misma y solo cambia de camiseta.

¿Se dan cuenta por qué las PASO eran indispensables? Porque en esa primera vuelta, los que no sacaban una votación mínima se quedaban fuera 6 meses antes. Íbamos a una elección parlamentaria con 8 o 10 partidos. ¿Quiénes derogaron las PASO? Las bancadas que están en el Congreso que han abusado del poder de todas las formas posibles y que quieren su huachito de la lotería hasta el último segundo, sin importar que nos conduzcan con entusiasmo a un drama. El Congreso ha mutilado la reforma política, que bajaba la valla de la inscripción y las subía en la recta final con las PASO.

No olvidar que la limpieza de las elecciones también está en juego. El ataque a la JNJ y a la independencia de los órganos electorales está lejos de concluir. El pacto de facto no se va a quedar tranquilo con la ratificación de los jefes de la ONPE y del Reniec, una victoria milagrosa que le debemos a los sectores limpios del Poder Judicial. Vienen por más y, para eso, controlan el Tribunal Constitucional. El gran botín político no es el voto. Basta con controlar la ONPE como lo hizo Alberto Fujimori el año 2000, para tener “elecciones” a la venezolana. Por eso, otra vez, no lo olviden y reduzcamos nosotros mismos el número de alternativas. ¿No quieren PASO? Entonces, #PorEstosNo.