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Opinión

Repercusiones de una destitución, por Jorge Bruce

"Son tiempos inestables y peligrosos. El proyecto de consolidar una dictadura es evidente".

larepublica.pe
BRUCE

Umberto Eco decía que la única prueba de que los norteamericanos llegaron a la luna, es que los rusos no protestaron. Hasta el día de hoy hay fanáticos de las teorías conspirativas, quienes sostienen que todo fue un montaje hecho en un estudio. Pero la teoría de Eco es que, al no haber protestado los rusos, el dato del alunizaje yanqui “hace sistema”.

Si volvemos a nuestra porción del planeta, la destitución definitiva de Liz Patricia Benavides como fiscal de la Nación, por parte de la Junta Nacional de Justicia, tiene múltiples consecuencias. Al ser una pieza clave del proceso de copamiento de los principales poderes del Estado, su destitución por unanimidad es un disparo bajo la línea de flotación. Significa que la organización corrupta que contaba con esa pieza clave para arrasar con el funcionamiento democrático ha perdido una pieza clave. Si no es la reina del tablero de ajedrez, por lo menos es una torre.

Bajo esa luz de morgue, se puede entender, por ejemplo, que el premier Gustavo Adrianzén, acompañado de varios ministros cuyos nombres nadie recuerda, haya acudido a Carabaya, Puno, a procurar amedrentar a sus habitantes. Ante algunos familiares de las víctimas de la violenta represión que causó alrededor de medio centenar de muertos entre diciembre del 2022 y febrero del 2023, machacó que “no nos van a empequeñecer”. En lenguaje psicoanalítico esto es una proyección extremadamente burda. En esa región se ejecutó a dos personas. Es a los familiares de las víctimas que se encontraban protestando por la injusticia cometida contra estos, que el ministro afirmó lo citado. Es decir, un encumbrado personaje del Estado, rodeado de policías, dice a los familiares que reclaman justicia, que no solo no la van a obtener, sino que si continúan, correrá más bala. Ante lo cual los manifestantes le gritaban: “¡asesino!, el pueblo te repudia!”.

La proyección consiste en decir a los insignificantes que ¡no lo van a empequeñecer! Este disparate se entiende solo si coloca en el contexto del golpe recibido con la destitución de la fiscal que les daba en bandeja al Ministerio Público. Sus bravatas revelan que, después de todo, sí están asustados. Por eso, el funcionario acudió a esa región reputada por su capacidad de insubordinación, a amenazarlos con más violencia si se atreven a protestar.

El paso de suspensión a destitución definitiva de la fiscal de la Nación alarma al Gobierno porque advierten que su control del funcionamiento del Estado no es tan sólido como pensaban o quisieran. Por ello necesitan hacer demostraciones de fuerza, dado que no las tienen todas consigo. Aquí se revela su carencia de una estrategia fina. Mientras se trate de abalanzarse y atropellar, eso entra en sus limitadas capacidades. Pero a poco que se les enfrente con la ley en la mano, entran en pánico y salen corriendo a intentar demostrar que siguen siendo los dueños de la pelota. La verdad es que tienen la sartén por el mango, pero desconfían porque hay muchas manos sosteniendo el utensilio. Y s bien la corrupción es un pegamento sólido, eso no es suficiente como plan de acción.

Al no haber un liderazgo consolidado, la paranoia crece y, en ocasiones, como en esa inopinada visita de amedrentamiento a Carabaya, los hace patinar y darse un porrazo ridículo. La mejor prueba de la ausencia de liderazgo es ese trascendido acerca de las ocupaciones de la presidenta Boluarte. Ya sabíamos de su afición a las joyas y las desapariciones con fines plásticos, digamos. Pero ahora nos hemos enterado de que pasa un promedio de cuatro horas al día viendo telenovelas turcas. A menos que esté investigando en las maquinaciones de la sexta temporada de Ertugrul, a fin de encontrar las que le permitan conservar su sillón presidencial y no tener que cambiarlo por un jergón en el Fundo Barbadillo, no se entiende el porqué de esa fascinación televisiva en una mandataria.

Son tiempos caracterizados por una sucesión vergonzosa de maniobras descaradas y torpes, aderezadas de mentiras y ultrajes a la ley. El desgobierno se hace notar cada día con más violencia e inseguridad. A esto se añaden las declaraciones estrambóticas del alcalde de Lima. En otro escenario podríamos pensar en psicosociales, pero a estas alturas ya todos hemos comprendido que habla en serio cuando insiste en lo de Lima, potencia mundial, o en que le den acceso exclusivo al carril del Metropolitano. Si a esto le añadimos el “proyecto” de tener uno de sus trenes atravesando y deforestando la Amazonía, cualquiera puede darse cuenta de que hemos elegido a alguien ferozmente incapaz de ocupar ese cargo.

Esto tampoco debe tranquilizar a los demás integrantes de ese grupo unido solo por sus intereses, porque abona a la teoría de la carencia de líderes capaces de unificar esta maraña más enredada que un huaype. Son pues tiempos inestables y peligrosos. El proyecto de consolidar alguna modalidad de dictadura es evidente. Como también lo es la ausencia de un plan de acción consensuado y estructurado. Todo funciona de manera improvisada y abiertamente cínica. Pero esto no basta para apoderarse de un Estado tan complejo como el peruano.

Así como la JNJ les ha propinado un duro golpe, quienes seguimos pensando que es posible reconstruir una democracia en el país, tenemos la responsabilidad de hacer lo que nos toca y no permitir que un grupo delincuencial logre encaramarse definitivamente en las pocas instituciones que se resisten.