Siendo el ingreso por trabajo la principal fuente de ingresos de los hogares (alrededor del 70% del total de los ingresos provienen del trabajo), la reducción sostenible de la pobreza está estrechamente relacionada con las mejoras en los ingresos y estas a su vez dependen del ritmo de crecimiento de la economía. El impacto del crecimiento sobre la reducción de la pobreza será mayor si dicho crecimiento es “pro-pobre”, es decir si el empleo crece en ramas intensivas en trabajo y alto valor agregado de suerte que los ingresos de los hogares pobres crecen más rápido que el de los hogares no pobres. Este tipo de crecimiento producirá además una reducción de las desigualdades, favoreciendo así una mayor cohesión social.
La reducción de la pobreza necesita la generación de empleo de calidad, que permita a los trabajadores obtener ingresos suficientes y estables, por encima de los umbrales de pobreza y vulnerabilidad. La incorporación de los jóvenes al mercado laboral, la protección contra el desempleo y la reducción del subempleo profesional son retos aún pendientes. La tasa de desempleo refleja muy parcialmente estos desequilibrios y en Perú ella muestra poca sensibilidad a la coyuntura macroeconómica. La ausencia de seguro de desempleo no permite a los trabajadores en hogares con escasos recursos esperar para encontrar un empleo asalariado, debiendo crear su propio empleo sea como independiente, sea como pequeño emprendedor informal. En el área urbana en 2023, la mayor parte (65,5%) de quienes buscan un empleo no son los actualmente desempleados sino más bien los que ya tienen un empleo y están buscando cambiar (crear) de empleo por uno mejor remunerado, uno suplementario con más horas o uno que corresponda a sus calificaciones profesionales.
La evolución reciente de la tasa de pobreza y de la tasa de informalidad presentan una aparente paradoja. Mientras que el porcentaje de personas en situación de pobreza monetaria aumentó de 27,5% en 2022 a 29,1% en 2023, el porcentaje de trabajadores informales disminuyó en casi 3 puntos porcentuales, pasando de 74,0% a 71,1%, según la reciente Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN) (-1.9 pts según la ENAHO). La proporción de informales en microempresas informales (-2.1 pts) cae de manera más acentuada que la de informales en empresas formales (-0.8 pts).
Cuando consideramos la evolución del subempleo “invisible”, el cual equivale a trabajadores pobres, cuyos ingresos laborales están por debajo del costo de la canasta de consumo referencial (asociada a la línea de pobreza), encontramos que el porcentaje de trabajadores pobres urbanos disminuye de 38,8% en 2022 a 37,7% en 2023. Dicho de otro modo, la evolución de la pobreza del hogar y la de los trabajadores fueron de signo opuesto en 2023.
Esta evolución es contra intuitiva en la medida que el empleo informal es un empleo con baja productividad y sin protección social, por lo que está fuertemente asociado a la pobreza. En 2023, sobre el total de trabajadores pobres, un poco más de 9 de cada 10 es un trabajador informal. Para el 44,5% de trabajadores informales, sus ingresos no les alcanzan para cubrir lo que ellos deben aportar a la compra de la canasta básica de consumo, cifra muy por encima del promedio de los trabajadores formales urbanos (11,0%). Es por ello que un incremento de la incidencia de la pobreza hubiera que haber estado acompañado de un incremento de la informalidad, y no de una disminución de la misma.
Para explicar esta aparente contradicción es necesario adoptar una mirada desagregada y dinámica del mercado laboral, de los componentes de la informalidad y sus especificidades geográficas. La informalidad en el ámbito rural y en el ámbito urbano tienen características y lógicas distintas. La informalidad rural es un fenómeno estructural insensible a la coyuntura del mercado laboral pues está asociada a las pequeñas unidades agropecuarias familiares. La incidencia de empleo informal en el área rural abarca a la casi totalidad del empleo, fluctuando alrededor de 95% en los últimos 20 años, cuando la incidencia de la pobreza se redujo a la mitad (de 84,5% en 2004 a 39,8% en 2023).
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Lo mismo no ocurre en las ciudades, en donde la evolución del empleo informal (y formal) están más sujetos a la evolución de la coyuntura macroeconómica, sin que por lo mismo dicha sensibilidad sea muy fuerte. Durante el periodo de fuerte crecimiento económico (+5,2% en promedio 2004-2019), la tasa de informalidad urbana se redujo de manera bastante modesta.
Dejando de lado las explicaciones de largo plazo, existen varias posibles explicaciones a esta reciente evolución contradictoria entre informalidad y pobreza, en primer lugar, recordemos que la unidad de análisis del mercado laboral son los individuos mientras que las evoluciones de la tasa de pobreza consideran al hogar como la unidad de observación. Si disminuye el número de perceptores de ingresos informales, el hogar dispondrá de menores ingresos para adquirir la canasta de consumo y por consiguiente puede caer en una situación de pobreza. En ese caso observaremos una disminución del número de informales e incremento de pobreza. Si el número de trabajadores formales se mantiene o incrementa, la tasa de informalidad total disminuirá.
Esto es lo que se observa en 2023. Según la ENAHO, el número promedio de perceptores de ingreso por hogar cayó en -4,2% en 2023 en al área urbana. Al mismo tiempo caen las horas trabajadas en 2,4% y el ingreso por hora (-1,2%) en el resto urbano. Ambos se estancan en la capital. Es por estas razones que se observó una discrepancia en la evolución del porcentaje de trabajadores pobres y el de hogares pobres.
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Sin embargo, otros factores pueden explicar la caída en la tasa de informalidad y el incremento simultáneo de la pobreza. Para ello debemos abandonar el enfoque estático y considerar las dinámicas y trayectorias individuales del empleo. Ellas incluyen, además de las transiciones entre empleo informal y formal, transiciones hacia fuera del empleo, hacia el desempleo y fuera de la PEA, hacia la inactividad. La disminución de la tasa de informalidad puede deberse a la salida del mercado laboral o a una transición hacia el desempleo. En este caso el número de trabajadores informales disminuye en términos relativos al de los trabajadores formales ocasionando una disminución de la tasa de informalidad. Ello se traduce en una disminución del número de perceptores de ingresos informales que hemos mostrado más arriba.
El análisis de las transiciones laborales es posible gracia a los datos panel de hogares y de individuos de la ENAHO. Así, sabemos que un 17,4% de trabajadores informales perdieron el empleo (3,8%) o abandonaron el mercado laboral pasando a la condición de inactivos (13,7%). En el caso de los trabajadores formales un 93,1% permaneció en la situación de ocupado formal, 6,9% de entre ellos pasó a la situación de desocupado o de inactivo. Considerando las entradas en 2023 al empleo informal o formal provenientes de una situación de desempleo o de inactividad en 2022 constatamos que dicho saldo es negativo en el caso de los informales y positivo en el caso de los formales. Ello conlleva a que la tasa de informalidad disminuya.