La comunicación gubernamental tiene sus misterios. Uno de ellos es que está vinculada básicamente a la promesa inaugural del régimen y a cómo se organiza esta en acciones concretas para lograrla. Sobre la base de esos lineamientos de política general, se construye la comunicación.
Es imposible que se trate de propuestas gaseosas sin base en la realidad, porque debe responder a preguntas concretas: ¿Cuándo? ¿Con qué presupuesto? ¿Para qué? Es por este motivo que cuando no hay materia o sustancia, el mensaje se vuelve intrascendente.
Esa parece la razón por la que un Gobierno con dos voceros no logra mover ni un milímetro a la agenda nacional. El país discurre entre sus propias angustias, completamente indiferente a los esfuerzos por ganar cámaras, hablar con grandilocuencia y hasta elevar los decibelios para ver si así se escucha más.
Entre el lunes y martes, los comunicadores del Gobierno han trabajado en tres temas: el informe de pobreza del INEI, la ausencia presidencial durante 12 días y la decisión de permanecer gobernando hasta el próximo 28 de julio del 2026.
Ha quedado claro que se ocultó por decisión del Ejecutivo un informe que provocó de inmediato un conjunto de calificaciones y críticas al desempeño de los conductores de la gestión. La ausencia presidencial sigue siendo materia de investigación porque hay vacíos claros y hasta fechas concretas en las que no hubo presencia de la mandataria, y ese anuncio sobre la permanencia no tiene sentido en la medida en que se trata de una decisión que escapa a la voluntad y tiene que ver con la coalición que le da soporte y ahora muestra fisuras.
Sobre el tema de gestión, hay un norte sin rumbo definido porque no existe una base de hechos concretos que hagan posible el cumplimiento de la promesa. Quedan en el imaginario el desmadre ocasionado por el Yaku, la desatención del dengue y las inservibles obras para enfrentar un potencial desastre climático que no llegó a mayores. Pura realidad que han sufrido y soportado los ciudadanos en su momento.
Por eso, es cada vez mayor la sensación de que en Palacio de Gobierno, la PCM y el conjunto de sectores se vive en un universo paralelo que no está conectado con el mundo real. Una verdadera crisis de confianza, legitimidad y representación que afecta al país. Lamentable.