La fortaleza de la democracia está retrocediendo a nivel mundial y, lamentablemente, el Perú no escapa a estos procesos que impactan negativamente en nuestra capacidad de desarrollarnos y crecer.
El 2024 se proyecta como un año crucial en términos de participación electoral a nivel mundial, con más de 4.000 millones de personas ejerciendo su derecho al voto en distintos países, incluyendo naciones tan grandes como Rusia, India, Pakistán y Estados Unidos.
Sin embargo, el simple hecho de celebrar comicios no garantiza la existencia de una verdadera democracia, como lo demuestran casos como el de Rusia, donde Putin ganó en marzo un quinto mandato en unas elecciones ampliamente cuestionadas por su falta de transparencia y competencia política genuina.
Distintas mediciones alrededor del mundo advierten que la democracia está en crisis. Según el reciente reporte de Freedom House, el 2023 marcó 18 años de declive democrático, y en la misma línea, el índice de democracia de Economist Intelligence Unit (EIU) —el mismo que nos califica como un régimen híbrido entre democracia y autoritarismo— encuentra un declive marcado de la democracia en el mundo desde el 2013. Esto es confirmado por estimaciones que muestran tendencias de largo plazo como la de V-Dem, que recoge información desde 1789 (año en que se inicia la Revolución Francesa). Asimismo, en los años 60 se estimaba que el 30% de los países eran democráticos, proporción que creció a más del 60% de países en los 2000, pero a partir de esa década ha vuelto a caer y se encuentra alrededor del 50%.
En el caso peruano, los indicadores mencionados reflejan una clara tendencia a la baja. Tanto el índice de democracia de EIU como el de V-Dem muestran una disminución durante los últimos tres años, mientras que el de libertades de Freedom House ha registrado un declive continuo durante dos años consecutivos. Estos índices revelan una preocupante pérdida en las condiciones que definen a un país democrático. Destacan problemas como los altos niveles de corrupción, la falta de imparcialidad en el Poder Judicial, el acceso desigual a servicios públicos y a la justicia, así como una cultura y participación política deficientes. Además, se observa una creciente restricción de las libertades de expresión y de protesta, lo que agrega una capa adicional de preocupación sobre el estado de la democracia en el Perú (perfil del país 2024 del Freedom House, reporte 2024 del V-Dem y reporte 2024 del índice de democracia de EIU).
El retroceso democrático en el que estamos inmersos tiene un costo económico que vamos a comentar, pero, primero, entendamos que distintos economistas a lo largo de los años han argumentado que la democracia, especialmente para los países poco desarrollados y con menores proporciones de población educada, no causa un mayor crecimiento ni prosperidad económica. De hecho, el renombrado economista Robert Barro en 1997 señaló que más derechos políticos no tenían efecto alguno en el crecimiento económico. Similares son los argumentos locales que escuchamos los últimos 30 años sobre las “cuerdas separadas” por las que transitan la economía y la política, dando a entender que no importa tanto el estado de nuestro sistema político, ya que la economía puede crecer independientemente de este.
Afortunadamente, o quizás, dada la situación actual, para nuestra desgracia, la investigación más reciente ha encontrado una relación significativa entre democracia y crecimiento económico. El estudio más destacado al respecto es el realizado por Daron Acemoglu, Suresh Naidu y James Robinson, publicado en 2019. Utilizando datos de 175 países durante el periodo comprendido entre 1960 y 2010, y controlando por diversos factores con distintas metodologías, estos investigadores encontraron que la consolidación de un proceso democrático está correlacionada con una mayor prosperidad económica, medida en términos de PBI per cápita.
Este estudio es el resultado de varios años de investigación, motivados por un descubrimiento inicial que mostraba que los países que comenzaban un proceso democrático experimentaban un crecimiento acelerado a partir del quinto año de consolidación democrática. Sin embargo, el lector se podrá plantear la misma pregunta que los investigadores, de si este crecimiento se debe simplemente a un efecto rebote, ya que muchos países atraviesan momentos económicos complicados antes de establecerse como democracias.
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La metodología empleada en este estudio contempló precisamente esta y otras posibilidades. Los resultados encontraron que, a mayor tiempo que un país permanezca en un estado democrático, mayor será el crecimiento del PBI per cápita. De hecho, entre los 25 y 30 años posteriores a una transición democrática, se observa un aumento del 20% en el PBI per cápita, independientemente de si el país era pobre o no al momento de iniciar el proceso. Estos resultados son robustos, incluso cuando se usan distintas medidas de qué se considera como democracia y cuando se estima que esta suele venir en olas regionales, las que capturan cambios en valores y cultura política.
El por qué se da este impacto positivo de la democracia en el crecimiento económico es un tema que ha sido objeto de estudio en la literatura económica. En la investigación que hemos mencionado, así como en publicaciones posteriores, los expertos sostienen que el crecimiento económico se produce debido a las reformas económicas implementadas en un entorno democrático, las cuales mejoran la capacidad fiscal del Estado y la prestación de servicios públicos básicos, como salud y educación. Específicamente, se ha encontrado que las transiciones democráticas en promedio aumentan la escolaridad en más de 20%, y reducen la mortalidad infantil en 34%. Pero no solo eso, sino que generan un ambiente de negocios basado en la confianza y que puede ser más propicio. Este último factor se muestra en el incremento de la inversión y el comercio, en 9% y 5%, respectivamente, en las democracias consolidadas en el largo plazo.
Es importante señalar que, si bien existen casos particulares, como el de China, donde un sistema no democrático ha logrado resultados destacables en términos de crecimiento económico, se trata de una excepción a las tendencias observadas en los últimos sesenta años. Además, aún no se dispone de la historia completa para evaluar la sostenibilidad a largo plazo de dicho régimen. Esto sin contar el costo de la restricción a las libertades individuales que significa vivir en un régimen autoritario.
Entonces, reconozcamos la preocupante tendencia mundial y peruana del retroceso de la democracia, y que este nos traerá consecuencias no solo en términos del ejercicio de nuestras libertades y derechos básicos, de por sí suficientemente complicados, sino efectos económicos que caerán sobre todos, pero que serán desproporcionadamente más graves para los que menos tienen.