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Opinión

La hora de la verdad tras el allanamiento a Dina Boluarte, por Patricia Paniagua

"Es hora de extraer lecciones de nuestra historia y de afirmar la memoria para que el olvido deje de ser un mal incurable".

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Este último viernes, la noticia del allanamiento en el domicilio de la presidenta Dina Boluarte traía consigo bochornosas imágenes que daban cuenta de la negativa de la mandataria a colaborar con la justicia para esclarecer la investigación en curso por el Caso Rolex.  La sustentación de esta medida ha quedado claramente establecida en los elementos de convicción presentados por la Fiscalía, que motivaron la decisión judicial, y que están vinculados a la conducta de la investigada, la negativa a diligencias, la solicitud de sucesivas reprogramaciones, atendiendo a una inexistente recargada agenda, y el riesgo de destrucción, extravío o modificación de medios de prueba. 

Recordemos que los delitos por los que se le investiga, son nada más ni nada menos, que el de enriquecimiento ilícito y omisión de consignar declaraciones en documentos y que, a día de hoy, no ha ensayado ningún tipo de explicación de cara a la ciudadanía, escudada en que brindaría respuestas a la justicia que, claramente, tampoco ha dado. 

Sobre esto último, queda claro que la mandataria y su entorno pretenden ignorar conceptos básicos de la gestión pública,  vinculados  la integridad pública, y que so pretexto de ello, evadirse de deberes y responsabilidades ineludibles para todo funcionario público, como son la transparencia que debe dar lugar a la  posibilidad del escrutinio público a partir del acceso a información veraz, oportuna y completa, y por supuesto, la rendición de cuentas, que no es otra cosa que  la obligatoriedad, que debe atender todo funcionario público, de informar y responder públicamente por sus acciones ante las ciudadanas y ciudadanos.

A todas luces, esta grave denuncia y lo sucedido ayer debiera ameritar, de inmediato, un paso al costado de la mandataria o una vacancia presidencial impulsada por el Legislativo, sin embargo, recordemos que la coalición autoritaria en el poder, se sostiene en un pacto de impunidad, de beneficio para todos sus miembros, por el que han decidido guardar vergonzoso silencio frente a hechos gravísimos, vinculados a ese gobierno, como las cincuenta vidas apagadas, a causa de la represión criminal de la protesta ciudadana, la ilegitimidad del régimen y su incapacidad para darle atención a las grandes urgencias ciudadanas, por lo que es posible que su apuesta de sostenerse en el poder hasta el 2026 persista hasta que las circunstancias, en su extremo más impensable y nocivo para el país, así se lo permitan.

Nuevamente, los hasta ahora complacientes poderes fácticos, económico y mediático, y el factor ciudadano, movilizado al inicio del régimen, pero, estigmatizado y criminalizado por este, serán determinantes para decidir en los próximos días si la larga agonía de un régimen ilegitimo, sostenido por fuerzas cuyos intereses  sostienen a mafias y son abiertamente contrarios a la ciudadanía, nos arrastran a todos en una caída libre que no encuentra fondo, o si por el contrario, encontramos un freno de emergencia a esta marcha absurda de crisis sin fin, y viramos hacia una ruta que se traduzca en orientar la mirada en  la mejora de condiciones de vida de peruanos y peruanas, especialmente los más vulnerables, y, por supuesto, en una ansiada recuperación económica con bienestar para todos. 

Hace 24 años una enorme entramado de corrupción, alojado en las más altas esferas del gobierno y la administración pública, sacudió nuestro país y nos dejó asqueados. Todos fuimos testigos del fin de una dictadura criminal, violadora de derechos humanos y corrupta, del nivel de podredumbre y enquistamiento de sus tentáculos, y de lo difícil, a pesar de los grandes esfuerzos, que se ha hecho remover de la política y del aparato público a estas redes puestas al servicio del delito. Es hora de extraer lecciones de nuestra historia y de afirmar la memoria para que el olvido deje de ser un mal incurable.

La hora de la verdad ha llegado para la mandataria, que no debe evadirse más de las explicaciones que exige y merece el país, y también es hora de la verdad para la ciudadanía que debe mirar el pasado para extraer lecciones, alzar su voz y actuar, sin permitir, como en los últimos días, desvergonzados intentos de negacionismo, posverdad y desinformación. Solo así, podremos construir el futuro, con verdad, esa donde no haya más espacio para todo y todos aquellos que nos han conducido a la calamitosa situación de hoy.