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Opinión

De gatitos, podercitos y goles con la mano, por Jaime Chincha

"No pasa desapercibida la velocidad de crucero con la que aprueban reformas para elecciones. Con la JNJ controlada, se sacarán de encima al jefe de la ONPE y a la jefa de Reniec”.

larepublica.pe
CHINCHA

Allá en Toronto, en la más importante convención de mineros del mundo, el señor Alberto Otárola estuvo a punto de convencer a unos cinco o seis inversionistas mineros para que se vengan al Perú. Los números eran redondos. Esas billeteras gordas sumaban unos US$4.800 millones que, sin duda, nos hubieran caído muy bien. Sin embargo, todo quedó en un punto muerto. Los señores del billete se quedaron esperando al jefe de gabinete peruano que nunca más volverían a ver. El señor Otárola debió centrar su atención en un escándalo que lo esperaba en Lima. Ya no había cabeza para la Prospectors & Developers Association of Canada (PDAC) 2024 —y los millones de dólares que tan bien nos hubieran caído—. Todo cambió dramáticamente, para él y para el Perú. De los cinco o seis inversionistas deseosos de venir al país, con el apremio nacional para que las cuentas cuadren, el señor Otárola se redujo a una frase que lo paralizó en silencio, extemporáneamente contrito: “Ya, flaca, ¿cómo están tus gatitos?”.  

La presidenta Boluarte lo mandó llamar públicamente. Otárola debió adelantar su regreso. Para él no hubo despacho remoto. La presidenta no puso los US$4.800 millones como prioridad. En la cabeza de Otárola solo se repetían fragmentos aleatorios de la conversación con Yaziré: “Escúchame, pero mándame ahorita tu CV”. Probablemente, Otárola pudo haber pensado en actualizar su CV. Nervioso, plenamente consciente de que sus horas en el gobierno estaban contadas, el premier tomó el avión que lo traería a su final. La delegación peruana, confundida y debilitada por el momento crítico que debía carear, se quedó en Toronto pero sin el jefe. Una fuente presencial de la presentación en la que se esperaba a Otárola, pero que debió conducirla el ministro de Economía, José Arista, cuenta que el encuentro comenzó con una aclaración que terminó oscureciendo. “El premier me ha pedido que les presente un video, pero no es el audio que ustedes esperan”. Estas palabras fueron dichas por Arista. El auditorio, compuesto principalmente de gente peruana, se descosió en risas; pero la repetición jocosa de los diálogos entre Otárola y Pinedo, en la práctica, nos hizo perder millones de dólares que tan bien nos hubieran caído. 

Esos cinco o seis inversionistas mineros, ante el notoriamente alicaído Perú, se dejaron convencer por un joven presidente que no estaba para rodeos. Los US$4.800 millones se cerraron con Ecuador, tal como lo reportó el canal Teleamazonas. El propio Daniel Noboa se batía, en medio del frío canadiense, sumando acuerdos y sumando dinero. “Las autoridades del sector productivo de Ecuador, y representantes de empresas mineras de Canadá, firmaron compromisos de inversión por más de 4.800 millones. La suscripción de los acuerdos se dio este lunes 4 de marzo del 2024”. Los ecuatorianos tenían razones para celebrar. “Gran expectativa por el regreso al país del premier Alberto Otárola, aunque su viaje oficial a Canadá estaba previsto que culminará este miércoles, el funcionario vuelve de manera anticipada esta tarde, según recientes versiones periodísticas”. Los peruanos habíamos perdido el dinero que necesitábamos. Los apremios personales de un premier terminaron costándonos una fortuna.

Con un escándalo tan zafio y un premier que se devuelve a su país para renunciar, los inversionistas pueden haber constatado —con evidencia flagrante e incluso vergonzosa— esa etiqueta que el Perú tiene hoy en el mundo, la mala fama ganada a pulso que desanima —indispone, puede ser el término más solemne—: somos un régimen híbrido. Acá no hay una democracia plena, con todas sus letras. De ello, son responsables, fundamentalmente, los poderes que componen el Estado. El Ejecutivo de Otárola espantó una cuantiosa inversión. El Legislativo de Soto tuerce y viola su propio reglamento y la propia Constitución. Lo acontecido en el Congreso contra la Junta Nacional de Justicia (JNJ), que mañana asegura finiquitar con el desaguisado, confirma el concierto de torpes, subalternas y oscuras voluntades.

A estas alturas, ya casi nadie cree que la conjura para inhabilitar a la JNJ se sostiene en la edad de la magistrada Inés Tello de Ñecco. Queda claro que todo el despliegue de papelería, saliva y diatriba se gatilla desde el apremio de esos mismos congresistas que han montado este cadalso. Aquí no hay más que la diligencia desmañada de controlar el sistema de justicia. Hay 14 congresistas, además de Vladimir Cerrón, que están acusados de tramar tratos ilegales con Patricia Benavides. Pues esos 14 votaron sin rubor contra la JNJ. Votaron además los congresistas que integran la Comisión Permanente y la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. El reglamento parlamentario lo impide literalmente. No, no es la edad de la doctora Tello. Es la necesidad de salir bien librados ante la justicia. La de los 14 congresistas y la de quienes lideran las bancadas. Con la JNJ controlada, Keiko Fujimori, Vladimir Cerrón, José Luna Gálvez y todo aquel dirigente político investigado están a muy poco de festejar su impunidad perpetua y, en el escenario más groseramente optimista, que sus casos se archiven para siempre.

Las instituciones en el Perú se despegan con inminente facilidad. Las leyes y los reglamentos están pintados en la pared. Para eso siempre habrá un acuerdo de los portavoces —de esos mismos congresistas que están salvando el pellejo—, que tiene el cuajo de contradecir a su propio reglamento. No pasa desapercibida la velocidad de crucero con la que aprueban reformas para elecciones. Con la JNJ controlada, se sacarán de encima al jefe de la ONPE y a la jefa de Reniec. El cadalso para el presidente del JNE va quedando listo para la siguiente temporada. Al paso que vamos, lo último que le falta al Congreso es pactar que los goles se hacen con la mano.