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Opinión

Entre el pasado y la realidad, por Hugo Otero

"Las elecciones plantean una confrontación que persistirá más allá del resultado, ya que el proceso electoral es solo un capítulo más en la contienda nacional entre el pasado y la realidad".

larepublica.pe
OTERO

La inquietud que recorre los pueblos y ciudades es quién puede ser el nuevo presidente que reemplace a Dina Boluarte y saque al Perú del desastre donde está sumergido y atrapado por la corrupción, las mafias y la delincuencia.

Hay quienes quieren una solución rápida y contundente y para ponerla en marcha imaginan un presidente que sea como Nayib Bukele o Javier Milei, dos caudillos populistas encumbrados al poder por mayorías desesperadas por salir del desastre a cualquier precio.

La solución rápida y contundente ya se aplicó en Perú hace 30 años con una dictadura que violó derechos humanos y dejó huellas fatales de abusos, arbitrariedades y crímenes —en su mayor parte en miles de campesinos pobres y sin culpa— que no se borran de la memoria ni se borrarán en las generaciones venideras. Los seguidores de este camino proponen ahora la formación de un frente de centro-derecha para retornar al poder.

El filósofo George Santayana advierte que aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla. Esta profecía es olvidada deliberadamente por los que fueron cómplices de un gobierno macabro, se enriquecieron y dejaron a más del 70% de la población sumida en la informalidad y la violencia.

De otro lado hay quienes plantean la creación de una alianza democrática con un presidente opuesto a la receta de aplicar soluciones rápidas y contundentes. Su plan es promover el diálogo y la escucha para alcanzar consensos y establecer una democracia con soluciones justas a largo plazo, que permita la convivencia civilizada entre los peruanos.

El objetivo es limpiar la república y transformar en progreso el desastre en que ha sido sumida por los políticos del Congreso y el Gobierno, quienes defienden sus oscuros intereses ajenos a la realidad de pobreza y hambre que vive más de la mitad del país.

En este contexto la permanencia de Dina Boluarte y el Congreso cuenta con el respaldo del exdictador Alberto Fujimori, quien ha salido de su catacumba y aboga por su continuación hasta las elecciones generales del 2026.

Más que elegir simplemente un nuevo presidente o un nuevo Congreso, las elecciones representan una encrucijada entre dos sistemas contrastantes: el autoritarismo y la democracia, seguir un liderazgo caudillista anacrónico o abrazar el cambio para reformar el Estado y sus instituciones, involucrando a todos los sectores de la sociedad y sus organizaciones.

Las elecciones plantean una confrontación que persistirá más allá del resultado, ya que el proceso electoral es solo un capítulo más en la contienda nacional entre el pasado y la realidad.

El Perú vive una guerra civil de baja intensidad con la ausencia de combates armados, pero marcada por la persistente represión y las protestas en aumento que no cesan. Esta situación se ve agravada por la incapacidad política de un Estado colapsado, que alimenta y exacerba el conflicto.

Las elecciones sirven como mecanismo para medir fuerzas y alinear posturas en un proceso que no solo determinará liderazgos, sino que redefinirá el curso de la nación y el funcionamiento del Estado peruano a lo largo del siglo XXI.