Mientras el plan económico de Javier Milei aún debe superar varios problemas y la oposición del congreso, él va por el mundo con discursos pomposos sobre la libertad (¡carajo!) buscando ideas en sus ídolos como Donald Trump, pero The Economist le recomienda “aprender de los éxitos económicos del Perú”.
La publicación británica —uno de los medios más influyentes e inteligentes del mundo— reconoce que, a primera vista, esto parece extraño si se considera que, desde 2016, el Perú se ha convertido en sinónimo de inestabilidad.
Con 7 presidentes en 9 años; intentos de golpe; 50 muertes en las protestas de 2023; institucionalidad degradada con los peores registros latinoamericanos; caída del PBI por primera vez en tres décadas —con excepción del 2020 de pandemia—; e inseguridad creciente, el Perú no parece ejemplo de nada.
Sin embargo, la economía peruana puede ser considera más exitosa aún pues sobrevive a esa gran turbulencia e inestabilidad política, con su moneda el sol como “faro de estabilidad” que, pese a algunos vaivenes, hoy se cotiza frente al dólar igual que en 1999.
Por eso es la sugerencia a Milei que, en medio de su “grandilocuencia trumpiana”, sus rugidos de león, y la ‘modestia’ tradicional del argentino, vea en el Perú varias lecciones a seguir.
Tipo de cambio flotante, dejar de imprimir dinero, erradicar controles de capital y barreras comerciales; y política monetaria de un BCR realmente autónomo —no hay que dinamitarlo como alucina Milei, sino manejarlo bien— y fiscal junto con varias reformas y acciones como la privatización.
Ante la ilusión autoritaria, The Economist señala que “Fujimori cerró el congreso y gobernó como autócrata hasta 2000, pero después de la aprobación de muchas de sus reformas”.
Pero Milei no es el único que podría aprender economía en el Perú. También los políticos peruanos —principalmente de izquierda— que hoy hablan del ‘fracaso del modelo’ con más ideologización que conocimiento, y ahora proponen retroceder hasta todo aquello que produjo atraso en el Perú, como los desequilibrios fiscales, incluyendo el derroche en empresas estatales ineficientes y corruptas como Petroperú, cuyo directorio por fin se cambió ayer.