Circula la versión de que hay 36 nuevas agrupaciones en la puerta del horno del JNE que cocina partidos. Pueden llegar a ser más, y nadie piensa que esta es una abundancia benéfica. Al contrario, la cifra es mencionada como símbolo de la crisis política en el país. Aun así, la fábrica de partidos 2026 sigue adelante, imperturbable.
Hasta un momento la ley de partidos hacía casi imposible inscribir uno nuevo, sobre todo por el número de firmas exigido, y otros requisitos. Con los cambios ocurridos, ahora parece imposible no crear un membrete JNE nuevo. Lo cual volverá la próxima primera vuelta el carrusel de un cuy enloquecido (el votante, claro).
Cabe preguntarse cómo así una población más bien indiferente a la afiliación, la militancia o la participación en los partidos establecidos ahora está produciendo tres docenas de nuevas agrupaciones, con un número igual de promotores. Solo cabe atribuirlo a la pasión electoral, que nunca ha sido mucho mayor que la partidaria.
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¿Con tanto furor pica el bicho de la política, hasta enroncharnos con 36 partidos nuevos. ¿Hay tantas maneras diferentes de pensar lo político?
Definitivamente no. ¿Existe la posibilidad de tantas lealtades diferenciadas en estos tiempos? No la hay, si juzgamos por lo que sucede con las curules y las bancadas parlamentarias.
Una explicación muy escuchada es que fundar un partido se ha vuelto una actividad esencialmente comercial: los aspirantes pagan por ser incluidos en la lista de candidatos parlamentarios, quienes logran ser elegidos empiezan a representar los intereses particulares que los llevaron al hemiciclo, el partido puede ser alquilado una y otra vez.
Nadie espera una alta tasa de supervivencia en esos 36 partidos. Uno que otro se establecerá en el negocio, los demás irán desapareciendo a diversas velocidades. Pero mientras el conjunto exista, los politólogos tendrán la oportunidad de comparar sus planteamientos. ¿Proponen lo mismo, como sospechamos?¿Qué nos dicen?
Hay teorías según las cuales la variedad fortalece la democracia, pues incrementa el sentimiento de estar representado. Sin embargo, las democracias más sólidas no promueven la multiplicación de sus partidos. En algunos casos, como sabemos, basta con dos. En el Perú las cosas iban mejor cuando cortaban el jamón tres partidos grandes, con ideologías definidas, y seguidores permanentes.