Recientemente un grupo de peruanos de diversa orientación política, a través del colectivo Coalición Ciudadana, emitimos un comunicado con el firme propósito de señalar la importancia de consolidar el retorno a la ruta democrática, e invocando el establecimiento de una sociedad donde impere la convivencia pacífica y desterrando todo acto de discriminación. Su elaboración se produjo en varias sesiones buscando establecer el consenso mínimo entre visiones y pareceres muy disímiles. En opinión de todos constituyó un ejercicio básico que debemos hacer los peruanos, de manera particular los que participamos en el quehacer de la política nacional, es decir, tener la capacidad de poder sentarnos a dialogar y encontrar acuerdos mínimos a favor de la gobernabilidad, del crecimiento y del desarrollo de nuestro país.
Dicho comunicado atrajo la atención de un importante sector de la prensa, analistas políticos, congresistas y hasta del presidente del Consejo de Ministros, quienes emitieron diversos comentarios, algunos con adjetivos altisonantes buscando descalificar a los firmantes, otros proponiendo que el colectivo se convierta en un partido político, pero sin la capacidad de rebatir con argumentos sólidos la esencia del mensaje. También se produjo la disidencia de dos firmantes quienes en público expresaron que retiraban sus firmas, sin embargo, en la interna siguen alentando el diálogo, en lo personal considero que esto constituye el reflejo de la política nacional y que a su vez nos da un ejemplo de tolerancia.
Muchas de las reacciones responden a sus miedos, les asusta que surjan y se consoliden ideas y propuestas democráticas, que a su vez puedan generar una conciencia democrática en la población que impulse su despertar del letargo que está viviendo. Les aterra que surjan liderazgos lejos del rebaño autoritario y que con valentía defiendan la institucionalidad del Perú. En el fondo nos prefieren callados, quieren que tengamos momificados nuestro pensamiento, palabra y acción. “Nos tienen miedo porque no les tenemos miedo” y porque la fuerza de nuestras voces podría hacer surgir al Perú rebelde.
Ante la demolición insana que el Congreso de la República está haciendo a nuestra democracia, la judicialización de la política y la politización de la justicia hasta pretender someterlo a sus intereses subalternos, el atentado de la calidad universitaria, el amparo de las economías criminales y golpes contra el medio ambiente, el sometimiento de la presidenta Boluarte ante el Congreso de la República, con el propósito de sobrevivir hasta el 2026, es difícil permanecer callados.
No podemos callar al ver cómo nos llevan al abismo y nos convierten en un país paria, al pretender apartarnos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Con descaro quieren nuestro silencio cómplice y apoyo en su proyecto reeleccionario, como premio porque nos han arrebatado nuestro futuro.
Celebremos la aparición de diversos colectivos, que con transparencia emitan pronunciamientos sustentados en principios éticos y democráticos, en la búsqueda de consolidar la gobernabilidad de nuestro país. Y en base a esos principios, puedan construir una plataforma democrática que tenga la fuerza para inspirar a los jóvenes a participar en política y le diga al país que hay esperanza.
Que anime a los liderazgos nacionales, regionales y locales a estar activamente en el rescate de nuestra democracia, para evitar que la política sea acaparada por aventureros e inescrupulosos que carecen de buenas costumbres. Que ayude a desterrar la indiferencia del manejo de la cosa pública, porque al hacerlo evitamos dar un cheque en blanco sobre nuestro futuro. Es mejor que nos tengan miedo por actuar a favor del Perú que ser queridos por ser cómplices silenciosos del statu quo.