Comentar sobre la ignorancia es tarea delicada, ya que abordar este tema puede resultar ofensivo, especialmente cuando señalamos a alguien como ignorante sin reconocer nuestras propias carencias.
Somos herederos de una cultura extraordinaria cuyo conocimiento debería servirnos para unirnos como nación e impulsar el progreso de la patria, sin exclusiones ni agresiones y con igualdad. Sería el resultado de una política educativa que no existe y que nos permitiría derribar el muro de la ignorancia.
Sin embargo, valerosos profesores logran la proeza de rescatar algunos niños de la ignorancia entre millones que no tienen los medios, educándolos sin el apoyo del Estado ni de la sociedad.
Luis Carlos Restrepo, educador y exsenador colombiano, en su hermoso libro El derecho a la ternura sostiene que su país padece de un analfabetismo afectivo que dificulta comprender “las raíces de nuestro propio sufrimiento” que alcanza a ricos y pobres, iletrados y postgraduados. En el Perú sucede algo similar, pues hay amplios sectores que, como en Colombia, ignoran las causas que les originan un profundo sufrimiento.
La ignorancia es el muro que nos divide porque, así como se llama injustamente a los “cholos ignorantes”, se podría aplicar el mismo calificativo aberrante a los “blancos ignorantes”, “negros ignorantes” o “chinos ignorantes”. Saben leer y escribir y muchos hasta obtienen diplomas académicos y profesionales, pero son ignorantes.
La llamada élite dirigente es incapaz de conducir con éxito un proyecto nacional y rescatar a los peruanos de la ignorancia. Con sus conflictos permanentes desde el 2016, 14 ministros han pasado por el Ministerio de Educación y 6 presidentes se han sucedido en el cargo en 6 años.
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La educación es negocio y las mafias en ese sector han creado universidades y colegios que preparan a estudiantes sin la formación que acreditan los títulos que les otorgan, entre los que se cuentan políticos, empresarios y funcionarios del sector público y privado. Se profesionaliza así la incapacidad y se añade más ignorancia a la ignorancia. Aún en esas condiciones el precio de la educación es considerablemente mayor a la media de América Latina y el Caribe, según informa el Banco Mundial.
Debido a la ignorancia la mayoría no es consciente de la jerarquización social ni de la exclusión étnica en la que vive, y no tiene conciencia de que esta situación dificulta el tránsito hacia una democracia inclusiva.
Derribar el muro vergonzoso de la ignorancia es imprescindible para poner al Perú en marcha hacia el destino superior que merece. El país lo reclama, pero los políticos y sus intereses lo impiden porque son el concreto armado del muro de la ignorancia.