Demostrando, hasta ahora, que es mejor presidente que candidato, Javier Milei está aplicando un ajuste y reforma que, si se concreta, cambiará realmente la perspectiva económica de Argentina, pero su obstáculo central será la presión social y política.
El ministro de economía anunció antes el paquete de estabilización que incluye el recorte del gasto en 5 puntos del PBI para corregir una inflación de 200% anual y salir de la bancarrota.
Pero el shock real empezó anteayer cuando Milei presentó un programa ambicioso de desregulación de 300 medidas para una restructuración radical de una economía que, como se ve por las reformas planteadas, ha vivido en la idiotización absoluta gracias a una burocracia inspirada en la creencia de que el estado resolvería absolutamente todo, y que se moviliza por intereses mercantilistas al son de prebendas en complicidad con la autoridad, y de una ciudadanía drogadicta a la teta estatal.
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Ejemplo de este absurdo es la necesidad de derogar leyes aberrantes de toda lógica como la que ordenaba qué poner en las góndolas de los comercios.
La reforma busca desregular, liberalizar y privatizar para que las fuerzas del mercado determinen las relaciones económicas, en vez de la burocracia, lo cual no debe implicar que el estado abandone su misión fundamental.
Es un ajuste duro, sin duda, aunque indispensable, pues no se puede lograr prosperidad sin estabilidad, pero no se debe olvidar que sus responsables no son los que aplican el plan, sino los corruptos que lo motivaron, quienes creían que el estado de bienestar se construye regalando dinero en vez de generando riqueza.
Si Milei resiste a la presión social de una población adicta a la mamadera pública, y política de un peronismo que en todas sus vertientes es una máquina de populismo y corrupción, podrá sacar a Argentina del atraso, lo cual deberá hacer cumpliendo rigurosamente los principios democráticos, algo de lo cual dejó dudas durante la campaña.
Juan Carlos Hurtado Miller terminó su mensaje de anuncio del exitoso ajuste económico de 1990, al inicio del gobierno de Alberto Fujimori, pidiendo “que Dios nos ayude”, y Milei anteayer culminó solicitando “que las fuerzas del cielo nos acompañen”. Ojalá así sea.