La versión estándar sobre el megapuerto de Chancay es que por su tamaño copará el negocio portuario en la costa oeste del continente, y en esa medida será una potente inyección de refuerzo para la economía peruana. Una versión adicional es que los puertos chilenos se verán opacados por el movimiento de los muelles chino-peruanos que abrirán dentro de un año.
Son dos ideas que se juntan: la nueva primacía portuaria peruana y las ventajas que ello tendrá para nuestra economía. Sobre lo primero, nuestros vecinos chilenos no se resignan. En una reciente entrevista el gerente del puerto San Antonio Terminal International, STI, en la zona de Valparaíso, se permite discrepar de la inminente primacía de Chancay.
“A partir del próximo año vamos a tener mayor capacidad para poder manejar 1.6 millones de TEU, lo cual es una muy buena noticia, ya que si se compara con lo mucho que se habla del puerto de Chancay, este en su primera etapa va a tratar un millón de TEU, es decir, STI va a tener una capacidad superior al megapuerto de Chancay”.
Si esto es así, construir el puerto no es solo, como se dice, soplar y hacer botellas. Chile está modernizando sus puertos para competir con Chancay, no descartemos que otros países ribereños –Colombia, Ecuador– tomen el mismo camino. Que la empresa de Chancay sea predominantemente china no le da el monopolio automático del transporte con ese país.
Un megapuerto no puede ser un enclave, sino uno de los engranajes de una economía proactiva, modernizante, y de un mercado planificador. Hasta aquí el discurso sobre Chancay está más fijado en la parte física de la operación que en la red de cadenas productivas que el puerto representará para el Perú una vez concluido.
De otra parte, el impacto del enorme movimiento portuario en tierra firme, es decir el Norte chico y el de más allá, no parece ser una gran preocupación ni de los empresarios ni del Gobierno central, ni de los Gobiernos locales. Lo único que vemos hasta el momento es una frenética carrera hacia la inauguración, y Chile nos pisa los talones.
Pero si la economía y la política peruanas siguen a media caña como están, no habrá puerto, por mega que sea, capaz de mejorar las cosas.