La frase sobre que en política no hay muertos le abre la puerta a otra: siempre hay que prestar algo de atención cuando un político desaparece de las primeras planas. Hay diversos motivos para tomar distancia del candelero, como la edad, la cautela, el cálculo, el hartazgo. En cambio para reaparecer hay dos motivos: la oportunidad y el bicho político.
Entre los desaparecidos notorios de hoy está una parte de la plana mayor, es decir los adultos mayores, de algunos partidos. Nombres acciopopulistas, nombres fujimoristas. También han desaparecido partidos enteros, sobre todo el Apra y el Partido Morado. Muchos excandidatos han pasado a sus cuarteles de invierno, una estadía que se alarga.
En una versión de los hechos el político desaparece, y luego se queda desaparecido o bien reaparece. Pero quienes sí pudieron reaparecer (Alan García en el 2001, Keiko Fujimori todas las veces, Alfredo Barnechea en el 2016) no fueron verdaderos desaparecidos, sino simplemente políticos en espera, que no es exactamente lo mismo.
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Si uno está en espera o genuinamente desaparecido es algo íntimo, que el político, los medios y el público deciden a tercios. Mientras los tres no lleguen a decidirse, el político quedará en un limbo que no conduce a ninguna parte. Es el caso de Antauro Humala, de quien no se sabe si ya fue o si de todas maneras gana la próxima elección.
Pero hay casos contrarios, como el de Carlos Añaños, al que muchos vaticinan un buen futuro electoral, pero que todavía no ha aparecido realmente en la política, en la que nunca ha estado, cabe precisar. ¿Cómo clasificarlo? Quizás como un inaparecido. Situación que antes parecía reservada a los políticos antisistema. Añaños es sistema puro.
¿Debemos interesarnos en los desaparecidos de la política? Definitivamente sí, pues a menudo un sistema inestable como el peruano se mueve a partir de sorpresas. Por ejemplo, las sorpresas que dan quienes han sido borrados en las encuestas pero no tanto en la memoria ciudadana. Las reelecciones de expresidentes son casos a tomar en cuenta.
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Entonces, si en política no hay muertos, no hay tampoco desaparecidos. Por prurito comparativo, y quizás efecto de la Teoría de la Relatividad, es que unas figuras nos parecen más presentes o más ausentes que otras.