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Opinión

Los ejes y las presiones en Torre Tagle, por Augusto Álvarez Rodrich

La política exterior peruana con el nuevo canciller.

larepublica.pe
AAR

Un desafío del canciller Javier González-Olaechea será reubicar institucionalmente a Torre Tagle después de transitar entre ejes que perturbaron la política exterior.

Durante la presidencia de Pedro Castillo, Torre Tagle debió lidiar con las presiones para poner la política exterior al servicio de intereses foráneos como los de las presidencias de México y Colombia y los mandatos señalados por políticos de izquierda de la región como Evo Morales; mientras que en la presidencia de Dina Boluarte la cancillería tuvo que batallar con el interés de la jefa de estado por mejorar su imagen en el frente externo, generando apuros como los que desembocaron en las renuncias de la canciller Ana Cecilia Gervasi y del embajador en Washington Gustavo Meza Cuadra.

Lo primero fue penoso y consecuencia de la precariedad intelectual de Castillo en asuntos internacionales –como en todo–, lo que le permitía a presidentes como Andrés Manuel López Obrador mangonearlo a su gusto.

Boluarte tampoco trajo visión alguna para la política exterior más allá de su urgencia, por afianzar su legitimidad e imagen en el exterior, por un lado, por las muertes lamentables de inicios de año que nunca fueron respondidas correctamente por el gobierno; y, por el otro, por los intereses asociados a Castillo que desde el inicio buscaron demoler su presidencia y que, incluso, estuvieron detrás de la conflictividad.

Hay una delgada línea entre mejorar la imagen presidencial y la del gobierno, que sí es tarea de la Cancillería. Sobre lo primero, algunos viajes presidenciales generaron problemas por su objetivo centrado en reparar la posición personal de Boluarte.

Pero en cuanto a la mejora de la imagen externa del Gobierno, sí hay evidencia de un avance relevante frente a inicios de año, que sí es consecuencia de la gestión de Gervasi, en la que se ha logrado reconstruir relaciones que en un momento se debilitaron, como con Chile y Argentina en la región, o Estados Unidos y la Unión Europea, donde, a diferencia de las versiones locales que sostienen que el gobierno es un apestado internacional, hoy se percibe hacia el Perú una comprensión de sus problemas profundos y la vocación por ayudarlo a salir adelante.