El Gobierno, pero principalmente la presidenta Dina Boluarte, debería preocuparse un poquito por la captura de Vladimir Cerrón, un condenado por la justicia por ratero por segunda vez, y prófugo desde hace más de un mes, pues la demora y displicencia por ubicarlo para ponerlo tras las rejas hacen crecer la sospecha de que, como hacía el expresidente Pedro Castillo con sus familiares y compinches, no hay ningún interés por encontrarlo.
La sospecha por la motivación de la desidia para capturar a este prófugo que compromete a Boluarte sería por el temor a que Cerrón ofrezca detalles sobre las cuentas que la hoy presidenta de la república habría creado en la última campaña electoral para recibir financiamiento por parte de los cupos a los trabajadores de la Dirección Regional del MTC de Junín y ganancias por la emisión ilegal de licencias de conducir, asunto que está siendo investigado por la fiscalía por el presunto delito de lavado de activos y organización criminal.
Boluarte no es, sin embargo, la única que debería estar preocupada, sino la izquierda peruana, porque la corrupción de Cerrón afecta su perspectiva electoral debido a que él es hoy en día el principal líder político de ese sector por la gran influencia que tiene por los votos que le permiten, en complicidad con el fujimorismo, cortar el jamón de la destrucción institucional en marcha desde el congreso.
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En vez de hacer un deslinde, su partido Perú Libre lo defiende seguramente con el argumento de que la justicia es parte de las ‘pelotudeces democráticas’ a las que aludía su aliado y también investigado por corrupción Guillermo Bermejo, y lo respalda hasta en su decisión de ser un prófugo, situación que ejerce con desfachatez en las redes sociales burlándose hasta de los jefes de la policía. ¿Ese descaro es, acaso, porque Cerrón sabe que no lo van a buscar?
La Justicia determinó que Cerrón es un ladrón, sentencia que este Lenin de alcantarilla refuerza viviendo de los fondos públicos que la ley otorga a los partidos, y usando el congreso para promover su imagen como un Kim Jong-un del desagüe, pese a lo cual una parte de la prensa zurda lo defiende porque dice que es “el terror de la burguesía”, sin ver que así se hunde más el futuro de la izquierda peruana.