Los fines de semana se han convertido, para mí, en un encuentro con extraños, aunque de tanto verlos, los rostros de muchos ellos se van volviendo familiares. No sé sus nombres, ni de dónde vienen, pero sé que cada sábado o domingo los ubico a la misma hora y en el mismo lugar.
Se trata de un grupo variopinto. Hay jóvenes, adultos, pero sobre todo personas mayores. ¿Qué los reúne cada semana? La música y el baile. Reconozco a las tres amigas, de unos 65 o 70 años, bailan siempre entre ellas. También a algunas parejas y grupos de amigos. Por supuesto, no faltan los galanes probando suerte.
Ese punto de encuentro es la rotonda del parque Kennedy en el centro de Miraflores. La música anima e invita al baile. La diversión es sana, espontánea y auténtica. Muchos transitan por ahí sin saber y se dejan atrapar por la música, otros –ya caseritos– se juntan cada semana.
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En esa improvisada pista de baile, donde la cumbia y un buen huayno arrancan aplausos y zapateos, se respira confianza, nadie está pensando en la recesión, la falta de trabajo, la inseguridad, el Congreso o la política. Es un espacio de escape, de cordialidad, de buena vecindad. Quien no baila, solo escucha, aplaude o mueve los hombros con ritmo.
No hay mayor pretensión que pasar el rato de la mejor manera, la música y el baile son gratis. La mayoría llega con apenas el pasaje. Mientras los miro, no dejo de preguntarme por qué en lugar de restringir y prohibir no se fomentan más espacios públicos donde todos podamos olvidar un rato los tiempos duros que vivimos.
Habitamos una ciudad de más de 10 millones de personas, donde apenas un puñado de distritos concentran el mayor porcentaje de espacios públicos. La OMS recomienda 9 metros cuadrados de espacio verde por habitante, Lima tiene un déficit de 56 millones de metros cuadrados.
Esta es, pues, una muestra más de nuestras desigualdades que ninguna autoridad parece querer resolver. No tengo la solución, pero qué tal si los dejamos bailar, cantar, aplaudir y jugar sin juzgar ni etiquetar. Yo, por lo pronto, un día de estos me animaré a dejar la contemplación y lanzarme al baile.