Hay pantomimas que es penoso develar. No son graciosas. Buscan engañar, pero la farsa es tan torpe que, al final, los pocos incautos que cayeron en ella terminan más furiosos que los que dudaron desde el principio. La verdad es dolorosa pero liberadora. Avergüenza, pero, a la larga, sana. Si esto le pasa a un país entero, se producen grietas muy profundas con efectos a veces dolorosamente duraderos.
El Perú ha sufrido por grandes mentiras de sus políticos. Recientemente, algunas inmensas. Desde el número real de muertos en la pandemia hasta la pataleta del fraude. Desde la vacunación clandestina (sin vacunas para nadie) hasta los sucesivos derrocamientos y golpes de Estado, todos justificados con toneladas de mentiras. La inmoralidad se ha hecho norma. Miente el congresista “niño” y miente el “mochasueldo”. Mienten tanto los congresistas, que los delitos de quien los preside son tapados con más mentiras. Ese Congreso es el que tiene que fiscalizar las mentiras del Ejecutivo, cuya maquinaria para hacerlo solo adquiere, con los meses, mayor especialización en una sola cosa: mentir. En lo demás no hay rumbo alguno.
Dina Boluarte inauguró su vida profesional inventándose un libro para adornar un currículo vacío. Tenía 40 años, divorciada con dos hijos y necesitaba desesperadamente un puesto, aunque sea de bajo nivel, en el sector público. Se entiende la necesidad, pero no tiene justificación. Pero su corta vida política llevó ese antecedente a lugares impensados. Mintió cuando dijo que no tenía relación alguna con el club Apurímac, mintió sobre cómo cubrió sus gastos de campaña, mintió cuando juraba que renunciaría si Castillo era vacado.
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Boluarte, como presidenta, no se ha detenido en la compulsión por mentir. Le dijo, sin pestañear, a toda la prensa extranjera acreditada en Palacio de Gobierno que los muertos en Puno se debían a una “avalancha humana” causada por “ponchos rojos bolivianos” que usaban “balas dum-dum”. La chapa de “La Descarada” le cayó a pelo. Miente ante la Fiscalía diciendo que se enteraba de las muertes por los medios y la desmiente su exministro del Interior que señaló que prácticamente vivía en Palacio reportándole los acontecimientos. Miente diciendo que el Perú está en paz y calma, ante una ola de violencia descomunal.
Esta semana, la presidenta, “un lunar de claridad” (frase de su ministro Alberto Otárola, verdadero gobernante y su exabogado en el caso de las mentiras del club Apurímac), escaló una nueva cumbre. Ahora está empeñada en perfeccionar el arte de la mentira internacional. Su agenda oficial se inventó una reunión bilateral nada menos que con el presidente de los Estados Unidos. La agenda de Joe Biden, pública minuto a minuto, jamás la incluyo el viernes 3 (de noviembre). Con mucha deferencia, los presidentes de Chile y República Dominica sí estuvieron en la agenda del jueves 2 y tuvieron sendas reuniones bilaterales.
Una reunión bilateral no se improvisa. No es una foto en un pasillo yendo de un evento a otro. Se trata de un acto formal dentro de las relaciones exteriores. Boluarte está destruyendo el prestigio de una Cancillería que fue muy profesional. Confirmado el papelonazo no se les ocurrió más que inventar que no se dio la reunión porque “los tiempos quedaron cortos” y que “antes de la cumbre APEP de hoy 3 de noviembre, la presidenta Boluarte y el presidente Biden pudieron conversar sobre asuntos que interesan a ambos países como la migración y la lucha contra el narcotráfico, entre otros”. ¿Somos imbéciles los peruanos? No lo creo. Entonces, ¿con qué derecho nos tratan como imbéciles?
El Congreso ya anda fingiendo sofoco. La alharaca es para la tribuna, porque nada va a pasar. La presidenta no puede gobernar “remotamente” porque es inconstitucional. ¿Les importa? Ni un pelín. Ellos lo han aprobado. La presidente solo puede salir del Perú con permiso del Congreso. Permiso limitado en tiempo, lugar y circunstancias. ¿Mintieron en las circunstancias? Buscarán un chivo expiatorio y ese será el embajador del Perú en los Estados Unidos, un profesional serio que tendrá que poner el cuello para tapar las mentiras presidenciales.
Lo cierto es que vendieron la gira por la reunión bilateral con Biden. Esta nunca existió. Al papa solo le sacaron tres fotos de pavor. “La Descarada” ha hecho honor a la chapa. Porque hay que tener mucho descaro para tratar de sorprender, en apenas 20 días, al mismísimo santo padre y al presidente de los Estados Unidos.
(Nota aparte: Gracias a todos. Ustedes ya saben por qué.)