Presentada en función sorpresa en el Festival de Cine de Lima, El caso Monroy nos trae a Josué Méndez en una loable madurez cinematográfica, luciendo el músculo ganado con su experiencia reciente en montajes teatrales para traer una de las mejores direcciones de actores de este año.
Lejos están los errores y desaciertos de Dioses (2008), su última cinta propia que no estuvo al nivel del potencial mostrado en Días de Santiago del 2004. Tomando uno de los relatos de Día de visita, libro de crónicas de Marco Avilés, Méndez construye un relato coral sobre diversas dimensiones de la soledad. Está la de Ronnie Monroy (Damián Alcázar), un empleado de la Embajada de Argentina que ve una veta amatoria en la desesperación de diversas encarceladas extranjeras, a las cuales ayuda en sus casos a cambio de favores sexuales. Y también está la desesperada soledad de las mujeres en cuestión, interpretadas en diversos roles con gran acierto por Wendy Vásquez, María Zubiri o Maryloly López.
El mexicano Alcázar es el mejor protagonista peruano que verán en pantallas este año. Y Méndez arranca recursos almodovarianos para orquestar las atmósferas del sentimiento femenino produciendo personajes de carne y hueso con base en un guion granítico y dedicación meticulosa a sus actrices. Vásquez, una de nuestras mejores actrices teatrales, roba pantalla con su rol de una amante lesbiana y la sensualidad del rol de Maryloly López se explota en la justa medida del personaje.
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En este mar de mujeres donde Monroy es náufrago, hasta los roles secundarios como la pícara Jesusa de la gran Sylvia Majo merecen nuestra atención, mientras que Grapa Paola construye una Hilda —esposa formal de Monroy— como un resumen tangible de ese sector limeño de golpes en el pecho y culpa católica. Bienvenido retorno.