Algunas personas han empezado a mostrarse irritadas frente a los EE. UU. Insólitamente algunas de ellas son de la derecha local. Lo que les molesta es el sesgo liberal e institucionalista de la presencia de Washington en el Perú. Sobre todo irritan las simpatías con nuestro centro democrático, ahora que gobierna el Partido Demócrata.
Políticamente liberal y formalmente democrático. Es decir que ven a los EE. UU. como un país-caviar. Preferirían que fuera un país-Madrid. Pero ni con Donald Trump en el poder los vecinos del norte han estado a la altura de las expectativas de la política chicha local, y eso que el país es muy grande y muy variado.
Luego está la pequeña izquierda que se ha jugado su futuro al lado del fujimorismo, para la cual los EE. UU. son naturalmente malos (por antirrusos) y luego doblemente malos porque algunas de sus fundaciones apoyan a algunas de las ONG peruanas. Además triplemente malos porque apoyan directamente políticas caviares.
¿Cuál es el estado de la presencia de EE. UU. aquí? Son un mercado enorme para nuestros productos, pero ni sus inversiones, ni su balanza comercial superan a las de otras grandes potencias. Desde hace buen número de años América Latina ha pasado a un segundo lugar en el interés de Washington del sector privado estadounidense.
Es cierto que en el caso del Perú estamos viendo algunos intentos de cambiar las cosas. El retorno de los vuelos de interdicción anticocaína (‘no letales’) es un ejemplo. Algunas declaraciones desde Washington contra politiqueros autoritarios locales es otro. Pero no hay nada que sugiera cambios de fondo por el momento.
Una versión que circula es que el puerto de Chancay hará de la presencia china algo muy preocupante para el comando sur del Ejército de los EE. UU. A la derecha local le preocupa mucho menos el partido único de la República Popular China que las tendencias caviares yanquis, a las que ella ve como inspiradora de las Naciones Unidas.
Se insiste mucho en que Washington carece de una política adecuada frente a América Latina. Como si para los pragmáticos gringos solo hubiera peligros y oportunidades. Pero cuando hasta la derecha se va haciendo antiyanqui, y de pronto hasta embozadamente prochina y prorrusa, es hora de repensar algunas cosas.