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Opinión

El diablo está en los detalles, por Pedro A. Castro

“La gente ya olvidó a los jóvenes inocentes desaparecidos en la dictadura fujimorista”.

larepublica.pe
CASTRO

La política como la vida misma está definida por un sinfín de innumerables y garrafales errores, decisiones trágicas e imperdonables, teniendo como colofón una historia cíclica de poco aprendizaje y mucha congoja. Elegir el camino adecuado, tomar la decisión correcta, actuar sin medir las consecuencias.

Pero ¿se aprende algo de cada equivocación? Estoy seguro de que sí, se aprende cuál es el camino erróneo, pero no se aprende cuál era el correcto. Y, ¿este aprendizaje me hace más eficiente en mis decisiones futuras? No, porque en la vida —tan igual como en la política— no existen únicamente dos alternativas: la correcta y la incorrecta. Existe un sinnúmero de respuestas para una sola pregunta, no podemos pensar que una sola alternativa limita al éxito del fracaso.

Si hacemos la transposición adecuada de esta hipótesis al plano político, entonces no podríamos asegurar que sin el desastroso Gobierno de Alan García en 1985, Fujimori nunca hubiera podido ganarle las elecciones a Vargas Llosa. O que de haber ganado el nobel en 1990, el Perú sería una Suiza latinoamericana.

Pero dentro de todas estas vacilaciones y fluctuaciones, solo me queda claro —asumiendo las consecuencias que eso implica— que hasta una bolsa de maní confitado hubiera gobernado muchísimo mejor el Perú antes que todas las sabandijas, sanguijuelas y ladronzuelos que rodearon el desgobierno de Pedro Castillo Terrones.

Hoy por hoy, en épocas de inseguridad y extorsiones, los políticos proponen un híbrido entre Nayib Bukele y Javier Milei, sin entender que un Gobierno autoritario, militarizado y represivo, con las libertades básicas, tarde o temprano terminará afectando al pueblo en general y no solo a la delincuencia común.

La gente ya olvidó a los jóvenes inocentes desaparecidos en la dictadura fujimorista o los intervenidos que extrañamente morían en las comisarías o en las maleteras de los patrulleros. La gente poco recuerda y mucho olvida, esa memoria selectiva que sirve tanto para la vida misma como para la época de elecciones es la causante de que en nuestra versión peruana tengamos a un Antauro ofreciendo pena de muerte o a un López Aliaga ofreciendo ser potencia mundial, cuando no pasan de ser un par de delirantes e irritables sujetos.