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Opinión

Aún es posible, el Perú que queremos, por Hernando Cevallos

“Es imperativo construir un espacio social que acerque a todos los sectores democráticos y una todas las luchas”.

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(*) Exministro de Salud y excongresista de la República

Perú es un país fragmentado, cientos de miles de fallecidos por el COVID-19, la anemia, la informalidad y la pobreza de millones desnudan la estafa de un modelo neoliberal que impuso un crecimiento sin equidad. No extraña, entonces, la indignación de la gente contra la ausencia y prepotencia de los poderes del Estado a quienes ve como ineficientes, injustos y plagados de corrupción.

Por eso, es difícil imaginarnos un Perú dócil y complaciente cuando crece el sentimiento de que la suerte de los más pobres no interesa a los que deciden. Es difícil imaginarnos un país donde se atienda el reclamo de quienes fueron acallados solo por expresar sus opiniones o de quienes sienten que ni siquiera su voto es respetado, a pesar de que solo existen para el sistema cada cinco años. Así es la democracia en el Perú, cheque en blanco a quienes no nos representan. ¿Qué necesitan hacer los excluidos para que los que están detrás de Boluarte y perdieron las elecciones, ahora los escuchen?

Las últimas luchas del mes de julio, donde miles de pobladores se sumaron desde distintos sectores a la capital, si bien no alcanzaron la salida de Boluarte, van avanzando en organización y coordinación. Se necesita más unidad para derrotar a la coalición dictatorial apoyada por una inmensa maquinaria de medios. No basta con la opinión ciudadana, las encuestas solas no sacan a un Gobierno. La movilización ciudadana debe ser sostenida y variada en cada rincón del país. El Perú por su moral histórica no debe aceptar que se consolide un Gobierno, responsable del asesinato a decenas de hermanos con impunidad, o negocie su estabilidad con las necesidades urgentes del pueblo. Es imperativo construir un espacio social que acerque a todos los sectores democráticos y una todas las luchas.

Los sectores que van convergiendo contra Boluarte, desde sus propias agendas, van acercando motivaciones para la acción movilizadora. La población mayoritaria del sur con su tradición rebelde, las rondas campesinas, los pueblos originarios, las centrales de trabajadores y los partidos democráticos han sido el bloque que con mayor firmeza se vienen movilizando y han constituido espacios de acuerdos, como el CNUL, exigiendo la salida de Boluarte con un proceso popular constituyente. Otros sectores se movilizan desde la perspectiva de no aceptar un Gobierno dictatorial y por justicia ante la represión; y la población viene luchando ante el alza del costo de vida, los problemas laborales, la inseguridad ciudadana, las emergencias ante fenómenos ambientales o sanitarios desatendidos, entre otros. Estas exigencias deben sumarse al reclamo nacional, ante un Gobierno ilegítimo y sin respaldo social. Si hay unidad y movilización, la suerte de Boluarte está echada.

Las protestas contra la dictadura no son coyunturales, han abierto una grieta, una brecha de rebeldía y expresan ese Perú paralelo, sin derechos, olvidado, y debe ser motivo de reflexión y desafío para los sectores democráticos. El Perú no está en crisis desde Boluarte ni las instituciones del Estado, tan ajenas al ciudadano. Hemos normalizado la discriminación y que millones de hermanos vivan en la desprotección social desde hace décadas, las cifras macroeconómicas esconden una exclusión insultante. La muerte de casi 70 peruanos fue por la esperanza frustrada de un país más justo.

Debemos, sin temor y de la mano de la gente, repensar el país que queremos y avanzar en cambios estructurales. Por eso, respetando la posición de otros sectores que enfrentan a Boluarte, la izquierda y los progresistas deben insistir en que, junto a la salida de este Gobierno, se permita al pueblo peruano decidir por una nueva Constitución. Esto no solo es una práctica democrática, sino una visión realista hacia una sociedad que se dé la oportunidad de un país más justo.