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Opinión

La ambición de durar, por Sinesio López Jiménez

“¿Logrará Dina Boluarte el objetivo de llegar hasta 2026? Es muy difícil. No tiene un poder propio que la sostenga”.

larepublica.pe
Sinesio

Con un escuálido respaldo de 14% de ciudadanos, la señora Boluarte ha dicho que las elecciones adelantadas son un asunto cerrado, pero para la aplastante mayoría de peruanos (82%) son un tema pendiente y abierto. Por eso sigue exigiéndolas en todas las encuestas.

¿Por qué Dina Boluarte ha decidido cerrar la coyuntura crítica de transición? Hay muchas razones, pero me parece que las más importantes son las siguientes: primero, el temor al anunciado retorno de las protestas a las que amenaza y pregunta cuántos muertos más quieren. Segundo, el deseo de unir su destino a la de los congresistas que buscan lo mismo. Tercero, el pedido implícito de que cesen algunas críticas contra el Gobierno que desliza la prensa concentrada. Boluarte teme perder el respaldo de los poderes fácticos que son los únicos que le permiten tener un cierto anclaje en la vida social. Finalmente, la confusión del momentáneo repliegue de la protesta con el fin de la coyuntura crítica.

¿Logrará Dina Boluarte el objetivo de llegar hasta 2026? Es muy difícil. No tiene un poder propio que la sostenga. Es una política gris y mediocre. Carece del mínimo de carisma. Es un témpano de hielo para la mayoría de los peruanos. Parece no tener una idea clara de los grandes problemas del Perú y carece, por eso mismo, de una agenda de gobierno. El poder formal que tiene es prestado por la ultraderecha de la que es un mero títere. Su déficit mayor es la falta de legitimidad sin la que es imposible gobernar.

El Congreso que la sostiene es el poder más desprestigiado del país. No representa a nadie. Su único objetivo es recibir un sueldo fijo y el financiamiento estatal para el dueño de su “partido” hasta el 2026. Por disposiciones constitucionales ambos se necesitan por ahora. ¿Hasta cuándo? Desde mediados del 2025 el Congreso ya no la necesita y puede prescindir de ella, como hizo con Vizcarra.

Algunos de los dueños de “partidos” que pretenden ser candidatos en las próximas elecciones comienzan a ver y sentir que el Gobierno de Dina Boluarte es un peso muerto y han comenzado a tomar distancia del mismo. Es lo que ha hecho ya KF. Otros harán lo mismo sin arriesgar su permanencia. Será una ficción de oposición hasta que, manteniéndose en el Congreso, puedan prescindir de ella.

Pero el destino tanto de Boluarte como del Congreso no depende de ellos mismos, sino del retorno de las protestas a partir de julio que, al parecer, tendrán una amplitud mayor porque se unirían el sur y el norte. Es difícil predecir su intensidad y su impacto, pero lo que sí se puede afirmar es que a la agenda política anterior se añadirá una agenda económica y social alentada por la casi recesión que vive el país.

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La debilidad de la protesta anterior fue su falta de organización y de liderazgo. La contundencia de las futuras movilizaciones dependerá de la superación de estas deficiencias y de su capacidad para abrirse a una coalición mayor con otros sectores sociales que le den viabilidad y garanticen su éxito.