Hablemos de la democracia en serio, por Sinesio López

“Recién en 1980 llegamos a ser una democracia electoral (poliarquía según Dahl) que el terrorismo y el golpe de Fujimori clausuraron”.

¿Qué es la democracia moderna? Es un régimen político que permite a todos los ciudadanos participar en la selección de sus autoridades en elecciones libres, limpias, competitivas y justas. ¿Por qué tienen que participar todos los ciudadanos? Porque se considera que todos tienen la misma igualdad social. Esta significa que todos tenemos la misma igualdad de condiciones sociales porque se han eliminado todos los privilegios y las discriminaciones. La única desigualdad que la democracia no tolera es la desigualdad social.

Tocqueville, el teórico más importante de la política del siglo XIX, escribió que la democracia es un tipo de sociedad y no una forma de gobierno y que existen democracias no libres como la de Francia de su tiempo (1840) y democracias libres como la de USA de la misma época que lo fascinó. Para que una democracia sea libre es necesario que ella y las élites estatales sean capaces de crear un conjunto de instituciones que garanticen la libertad de todos. En este caso la democracia como tipo de sociedad es también una forma de gobierno. Lo que sucede es que muchos teóricos de la democracia y también nuestros columnistas liberales (¿sí o no, Mirko Lauer y Álvarez Rodrich?) han reducido la democracia a la forma de gobierno y se han olvidado de la democracia como tipo de sociedad.

He asumido la definición procesal de la democracia y he dejado de lado las definiciones constitucionales, sustantivas y procedimentales porque me parece teórica e históricamente más consistente y porque es la definición asumida por el teórico más importante de la democracia moderna que hace poco ha desaparecido: Robert Dahl. La democracia es el resultado de la correlación de fuerzas entre la democratización social y política y las élites estatales. Esta correlación define el proceso y el resultado a partir de un Gobierno social y políticamente cerrado.

En el caso peruano de comienzos del siglo XX las élites oligárquicas con sus partidos de notables se abrieron a las libertades, prohibieron la participación casi de todos los peruanos y organizaron lo que Dahl ha llamado una oligarquía competitiva y quisieron quedarse allí por los siglos de los siglos. Pero Leguía, Haya y Mariátegui les malograron el pastel. El partido aprista, pese a que perdió en 1931, se convirtió en el más poderoso y la oligarquía no quiso competir más. Se cobijó en los golpes militares. En los años 50 la vasta democratización social y política desbordó y agotó al Estado oligárquico, las FF.AA. dejaron de proteger a la oligarquía, aparecieron AP, la DC y el MSP y fuimos una cuasipoliarquía entre 1956 y 68 (excepción 1962-3).

Recién en 1980 llegamos a ser una democracia electoral (poliarquía según Dahl) que el terrorismo y el golpe de Fujimori clausuraron. La caída de AF trajo nuevamente la democracia electoral, pero las élites neoliberales no la quieren. Quieren volver a la oligarquía competitiva. Pero como no pueden prohibir la participación de todos, han optado por impedir que todos los candidatos, como Verónika Mendoza y los presidentes elegidos por la mayoría de los ciudadanos gobiernen: Toledo, Ollanta (2006 y 2011), y Pedro Castillo. ¿Si o no, señores editorialistas de El Comercio?

Sinesio López

El zorro de abajo

Sinesio López. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.