El periodista argentino Martín Caparrós, quien hace unos días recibió el Premio Ortega y Gasset a la trayectoria, es un escritor tan formidable como Leila Guerriero o Alberto Salcedo Ramos. Todos cronistas que han integrado en sus obras diversidad de lenguajes y geografías, siempre con la riqueza de las mejores herramientas literarias. Son en todo caso periodistas totales que hacen del oficio pequeñas obras de arte cuando cuentan historias con los ramalazos de la verdad.
Caparrós, en el universo de sus textos, como dicen los que lo leemos, supera el común de los enunciados periodísticos (crónica, columna de opinión, entrevista, ensayo, crítica, radio, pódcast, televisión) o de la geografía (es el escritor en español que más y mejor ha narrado, en las medidas de lo posible, el mundo entero): en su obra, Caparrós integra en un todo cosas diversas. Él aspira la universalidad. Y hace que, leyéndolo, la respiremos en sus contradicciones.
He asegurado que yo también soy periodista de crónicas. Cada escrito mío tiene su destino, su particular signo y específico hado. Tengo de esta manera cómplices y alcahuetes, así como enemigos y antagonistas. Creo así que mis crónicas, ensayos o poemas no pasan inadvertidos porque siempre causan escozor o gustos arrepentidos. Es cierto que intento cada vez ser un provocador. Un subversivo vicioso. Y, como consecuencia de practicar las paráfrasis, los retruécanos y las parodias, me quieren y me odian. Es mi destino fino, final, sin tino y trino. Un exégeta exagerado, un leído ido. Un cantor de cantinas, un autor autorizado.
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Pero Caparrós ha desarrollado un tipo de crónicas como una herramienta suprema para contar historias desde la migración, el cambio climático, el hambre, las guerras… que son solo algunos de los temas claves de su narrativa documental. Como novelista, ha ganado el Premio Planeta Latinoamérica 2004 por Valfierno y el Premio Herralde 2011 por Los Living. Cabe destacar su libro de crónicas El Hambre (2014), un trabajo resultado de cinco años en los que viajó por diferentes países para reflejar esta cruda realidad.
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“Lo nuestro no es complacer”, dijo mientras leía en un MacBook, sentado en su silla de ruedas, ante una audiencia hipnotizada por la música y las ideas. Así, Caparrós es un modelo de periodismo como ya no se escribe ahora. Y hay que leerlo urgente para limpiarnos de la inmundicia y ser mejores cada día.