Como lo señala Porras Barrenechea, Lima tuvo genios tutelares que la levantaron de sus humildes cimientos, y lograron grandeza arquitectónica. Sí, pero eso fue ayer. Hoy ni eso. Para entender a la capital del Perú y sus 43 distritos hay que comprender los fenómenos y transformaciones sociales cuya agudeza es indispensable para un mayor entendimiento del Perú actual. Y no existe más el ombliguismo de Valdelomar porque Lima no es el Perú y su estudio es el reto de estas horas para concebir lo que los sociólogos llaman “realidad nacional”.
Así, he regresado a un libro indispensable: Lima y sus arenas. Poderes sociales y jerarquías culturales. Cauces Editores, 2015 del sociólogo francés Danilo Martuccelli, profesor titular en la Universidad París Descartes (USPC),
Martuccelli como peruanista sigue la huella de Raimondi, Murra, Baudin, Trimborn y Means, sobre la historia de nuestros pueblos.
Como en un comentado artículo, Hugo Neira se pregunta: “¿Cuál es la ventaja de estos peruanistas? No provienen de las pasiones, las cegueras, los prejuicios de los locales. Tienen la serenidad del observador”. Resulta que un extranjero, que trabaja para entender y no tergiversar, tiene resultados positivos, claros y desinteresados. Martuccelli parte de una premisa que por lo general se nos escapa.
Agobiados por nuestros defectos, la corrupción y otros fenómenos que nos deprimen. El estudioso afirma que los limeños adolecen de una interpretación consensual de su reciente historia colectiva. Luego pasa a los avatares del pueblo, del APRA, el gobierno militar, y luego lo criollo, lo huachafo, el racismo, los informales, el mercado, la crisis y los emprendedores.
Y eso lo vivimos todos los días. Ese es el fracaso, una ciudad donde nadie respeta nada. Y describe la matriz informal de la cultura chicha, Y es limeño de nuevo cuño. Y es de matriz popular muchas veces migrante. Nunca mejor definido, que no se resigna a cómo lo observa la sociedad limeña. Y Neira confirma que este citadino no viene de un desborde político (Matos Mar), sino de un desborde normativo cotidiano. Y el achorado habita entre nosotros.
Está en los medios, y hoy funge de congresista y mañana acompaña a Chibolín. Luego se disuelve como fujimorista y hasta la pega de caviar. Tiene de Tulio Loza y es Melcochita por ratos. Lástima, opera como sicario y hasta es líder de los evangélicos. ¡Ay, qué rico país! Malaya la suerte mía.