La nación aimara, códigos y rebeldía ante los gobiernos
Indoblegables. El altiplano de Puno está poblado de quechuas y aimaras. Los aimaras son parte de las fuerzas que han desestabilizado al establishment político peruano. No es la primera vez que lo hacen. La más reciente asonada fue en 2011.
Puno. Visten poncho, chuspa, bolso para transportar hojas de coca y sombrero. Quien es autoridad porta un chicote usado para imponer disciplina y corregir actos contra la moral de sus pueblos.
Este pueblo originario es protagonista de una convulsión social que exige la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, cierre del Congreso, adelanto de elecciones, etc. Después del duelo por la muerte de sus coterráneos amenazan viajar a Lima para hacerse escuchar.
Tienen experiencia en revueltas cuando perciben discriminación política, social o sus territorios están en peligro. Son una suerte de Chankas, la raza que no se dejó doblegar por los incas.
Toman decisiones colectivas, algunas de ellas irrevisables. Los acuerdos se aprueban en asamblea y todos acatan. En 2011, dieron vida al aimarazo. Protagonizaron 40 días de huelga indefinida en contra de las concesiones mineras dadas por el gobierno de Alan García. Temían que estas afecten sus tierras dedicadas al pastoreo y agricultura. 40 mil nativos tomaron la ciudad de Puno. La propiedad pública y privada fue afectada. Ahí se erigió la figura de Walter Aduviri, quien fue condenado por esos disturbios.
Este pueblo originario en la zona sur está asentado en una superficie de aproximadamente 10,683.69 km2. Históricamente tienen una expansión en Chile, Bolivia y parte de Argentina.
La capital aimara en Puno es Ilave de la provincia de El Collao, límite de la frontera con Bolivia.
El exalcalde de esta localidad, Cirilo Fernando Robles Callomamani, en 2004, perdió la vida ajusticiado públicamente tras más de 20 días de huelga indefinida. El pueblo que lo ungió, en menos de un año y medio, pidió su salida del cargo. Robles, que era acusado de corrupción, se negó a dimitir. Las acusaciones nunca se probaron.
Aplican la justicia comunal ante la ausencia del Estado. No permiten que en la comunidad existan robos, el abigeo capturado es castigado a chicotazos. Si es reincidente puede incluso ser desterrado del pueblo.
El catedrático Vicente Alanoca, sostiene que el aimara no solo es un idioma. Es una cultura colectiva con valores morales y colectivos. Explica que cuando hay una vulneración a esos códigos, la familia del infractor es convocada para ser cuestionada por la mala formación dada al integrante.
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Fraude electoral
En la mesa número 902799 del poblado de Totorani, distrito de Acora, en segunda vuelta, Fuerza Popular obtuvo un solo voto. Pedro Castillo Terrones barrió. La candidata Keiko Fujimori, alegó que en dicha mesa electoral hubo fraude. Fujimori denunció un copamiento familiar de presuntos militantes de Perú Libre para tomar control de los centros de sufragio. En esa mesa todos se apellidaban Catacora. Hubo indignación con las acusaciones sin pruebas.
Pedro Castillo es natural de Cajamarca. A pesar de no tener ningún contacto con los aimaras, ellos lo consideran un paisano genuino. Era un hombre de campo, dicen.
El sombrero chotano fue una conexión. Es el símbolo del hombre del campo que trabaja la tierra bajo el sol. El analista político y catedrático universitario Eland Vera, sostiene que Castillo, logró ganarse el aprecio, el apoyo, porque se mostró como tal, con todos sus defectos. Vera, manifiesta que la solidaridad con el paisano es otro aspecto característico del aimara porque desarrollan una vida comunitaria.
Su unidad comunal se visibiliza en las protestas. Bloquearon cerca de 300 kilómetros de vías en Puno. La mecha se prendió cuando desde el gobierno decían que el narcotráfico y la minería ilegal los financiaban. O que Evo Morales los manipulaba.
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Eland Vera, considera que con tales afirmaciones se han sentido ninguneados. “Ellos [los aimaras] determinan solos sus posiciones y no permiten que nadie se meta en ello. La discriminación histórica la están volviendo a sentir peor porque viene desde la capital del país”, aseguró.
Vera sostiene que los aimaras se hicieron fuertes en sus convicciones culturales porque viven aislados del Estado. Crecieron dominando la naturaleza. Son fuertes porque trabajan la tierra. Son recios porque durante todo el año resisten a todo tipo de inclemencias del tiempo. La solidaridad por los 18 muertos civiles en Juliaca, los tiene unidos. A eso se le conoce como el Ayni. El país es complejo. Conocer el territorio y sus naciones es indispensable para gobernar. No todo puede reducirse a un complot comunista.
Boluarte les dio su palabra
El antropólogo, Vicente Alanoca cuenta que el aimara tiene como cultura el trabajo. No pide limosna. El trabajo es la fuente de riqueza. Por eso hacen comercio, y producen la mejor tunta (chuño blanco) para Lima.
Los pueblos aimaras y quechuas están unidos contra Dina Boluarte porque representa lo contrario a la plancha presidencial que eligieron. Boluarte es vista como la persona que se alió a las fuerzas que desde el Congreso le hacían la vida imposible al exmandatario. Esta perspectiva se fortaleció cuando no cumplió su palabra de renunciar al cargo. Boluarte, en diciembre de 2021, vino a Juliaca, y se comprometió ante cientos de tenientes gobernadores y líderes comunales que si Castillo, era vacado ella, renunciaría y desencadenaría nuevas elecciones. En el mundo aimara lo que vale es la palabra.