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Opinión

Este libro no contiene pufi

"Si la censura editorial prospera, pronto veremos octógonos predicando mensajes como 'Este libro no contiene palabras ofensivas'".

larepublica.pe
"Si la censura editorial prospera, pronto veremos octógonos predicando mensajes como 'Este libro no contiene palabras ofensivas'".

Los editores de Roald Dahl han optado por deformar sus textos para no herir susceptibilidades. Lo que en inglés llaman bowdlerize, evocación de Thomas Bowdler, quien en 1807 publicó un William Shakespeare descafeinado, “para uso familiar”. Hoy el argumento de la empresa Puffin que edita a Dahl es básicamente el mismo: proteger censurando.

El impulso es conocido, y antiguo. Mi primera lectura de Don Quijote fue en una apretada edición española de 1954, donde los pasajes considerados indecentes habían sido reemplazados por un asterisco. No eran muchos, pero allí estaban. Me pregunto cuántos de esos cortes habré recibido con el paso de los años sin la mínima cortesía de una advertencia.

Se supone que esta es la era de las grandes libertades sobre la página, pero con Dahl descubrimos que eso es cierto solo para una parte de lo que se publica. Los diversos géneros de censura (por ejemplo la cautela vaticana, la obsesión musulmana, el pudor victoriano) nunca se fueron. Siguen allí, disfrazados de servicio al consumidor.

La versión más moderna de Bowdler ya se veía venir, en el auge de las prácticas de lo políticamente correcto en el lenguaje. Las palabras que no se puede decir de plano son palabras que no se puede escribir. Como Dahl es célebre por sus historias para niños, la cosa se vuelve más urgente para los guardianes de la moral pública.

Qué deben leer los niños y los jóvenes en el proceso educativo, y qué no, es tema de vieja polémica. ¿Debe decidir el Estado, la familia, el grupo de opinión que conduce el centro de estudios? Por momentos parece que la formación del joven realmente está en manos de los aparatos electrónicos a los que este tiene irrestricto acceso.

Si la censura editorial prospera, pronto veremos octógonos predicando mensajes como “Este libro no contiene palabras ofensivas”. Ya estamos casi allí, con las obras que nos advierten que allí adentro hay frases o escenas que nos pueden resultar desagradables, o incluso chocantes. Obras altas en grosería o bajas en pudor.

¿Cómo reconoceremos el libro que no ha sido manipulado y conserva el lenguaje del autor? No es fácil. Salir a comparar es demasiado trabajo. A un pacato todo le va a parecer en orden. Dahl es un excelente escritor, no solo para niños, y ahora va camino de ser uno correcto. Una verdadera lástima.