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Opinión

El huaico político de la Constitución, por Augusto Álvarez Rodrich

En vez de ignorarlo, se le debe dar un cauce con inteligencia.

larepublica.pe
En vez de ignorarlo, se le debe dar un cauce con inteligencia.

La demanda social por una reforma constitucional tiene la forma de un huaico al que se debe responder con inteligencia para evitar desastres.

Es evidente, como se ha comentado muchas veces en esta pequeña columna, que la constitución requiere varios ajustes en secciones como la relación entre los poderes ejecutivo y legislativo para que no sea tan sencillo liquidarse mutuamente, o en una regionalización que ha fracasado en brindar servicios básicos de calidad a la población.

La izquierda pone la puntería en el capítulo económico –uno de los mejores, que evitó el descalabro que pudo haber producido el huracán de seis presidentes en seis años– o en copiar la estructura del estado boliviano de Evo.

El pedido de la nueva constitución se parece a la definición del huaico: “masa enorme de lodo y peñas que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas de los andes y que, al caer en los ríos, ocasionan su desbordamiento”.

Para evitar el desastre se debe empezar reconociendo su existencia. Según el IEP, quienes quieren una asamblea pasaron del 47% en mayo 2022 a 69% en enero 2023, y los que quieren cambios parciales cayeron de 58% (julio 2021) a 45% (enero 2023), mientras que los que quieren una nueva subieron de 23% a 40% en el mismo lapso.

Frente a la existencia del ‘huaico constituyente’ no se puede reaccionar con el imposible de meterlo bajo la alfombra, sino dándole un cauce correcto que produzca el menor daño posible.

Y eso debe implicar un debate inteligente y plural desde la sociedad civil, con honestidad intelectual en vez de la grita. Y, de paso, pedirles a los ‘asambleístas’ que pongan sus iniciativas en blanco y negro, lo que no han hecho pues ni han leído la actual y son ágrafos.

Y en vez de ir al jaleo absurdo de una asamblea constituyente, procesar el esfuerzo desde el propio congreso como lo hizo en 2003 Henry Pease cuando convocó a muchas personas de diferentes tendencias —entre las que tuve el honor de participar— para producir iniciativas, y que estas se puedan aprobar con un amplio debate dentro del congreso, como establece la constitución actual, en vez de ir a una asamblea que sería el chanchullo que pretendieron pasar la banda de Castillo, Torres, Cerrón y el resto de sus compinches.