Conocí a Francisco Durand en una entrevista que le hice en la PUCP hace un buen tiempo. Era un hombre correcto y serio, un gran investigador que había desmontado el armatoste de los grupos de poder en el Perú. Y este 1 de febrero falleció a los 72 años de edad en Texas (Estados Unidos). Su herencia es invalorable. Cerca de una veintena de libros e investigaciones académicas sobre las poderosas empresas y sus nexos con el Estado. Era un sociólogo y maestro universitario.
En el Perú de estos tiempos, pocos investigadores dedicaron su existencia, su vida, a estudiar el poder económico y su rol como actor de la economía y la política nacionales con tanta dedicación y profesionalismo como Francisco Durand. Él fue doctor en Filosofía por la Universidad de Berkeley, California (EEUU), y magíster en Sociología por la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la que además se desempeñó como profesor principal del Departamento Académico de Ciencias Sociales e investigador asociado en el Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (Desco).
De sus libros recuerdo cuatro. 2010: Poder empresarial y sociedad civil en Sudamérica (Con Humberto Campodónico). 2016: Los doce apóstoles de la economía peruana: una mirada social a los grupos de poder limeños y provincianos. 2017: Perú: élites del poder y captura política (Con John Crabtree). Y el último, el 2019: La captura del Estado en América Latina: reflexiones teóricas.
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Todos ellos sirvieron para entender cómo operaban los poderosos en el país. Por ejemplo, identifico a seis grupos de limeños: Rodríguez-Pastor, Romero, Benavides, Graña y Montero, Brescia, Ferreyros. Y los grupos de provincianos: Rodríguez, Añaños, Dyer, Acuña, Huancaruna y Flores, que hasta hoy —como diría Carlos Malpica— son los verdaderos “dueños del Perú”.
Cuando esa vez de la entrevista le pregunté qué caracterizaba a estos señores, Durand me respondió que los empresarios de cuna, los herederos de grandes fortunas que vienen desde el colonialismo, son hijos —como decía Jorge Basadre— del patrimonialismo, del sultanismo, también, lo que se llama behaviorismo. Esos que saben bien que tienen un alto nivel de rechazo social viven escondidos como los delincuentes. Por ello, no tienen representación pública, por su cultura elitista de no mezclarse y de no relacionarse con los demás.
Ha muerto, pues, un hombre valiente y lúcido. Gracias por sus aportes, maestro. Lo vamos a extrañar.